No te he traído por trabajo

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Mientras ella permanecía con el rostro amargo, por su parte él sonreía con satisfacción, el solo hecho de volver a volar con ella lo hacía feliz. Y esa sonrisita era lo que le amargaba a Angélica, para no verlo prefirió dirigir su vista al frente a la vez que cruzaba los brazos, pero por dentro gozó silenciosamente el trasladó. Sin embargo, no le permitiría ver a ese barbajan su sentir.

—¿Y tu hijo? —soltó Renzo en medio de ese silencio avallasador.

Las alarmas de Angélica se incendiaron de inmediato al escuchar su pregunta por lo que rápido se giró a verlo.

—¿Por qué me preguntas por mi hijo? —preguntó en un tono frío y con el entrecejo fruncido. Estaba muy alerta observandolo.

—Solo quiero saber si estará bien... No te alarmes —terminó de decir Renzo al notar su alarma que parecía cómo puas acechandolo—, quiero decir, ¿dónde estará, mientras tú estés en éste viajé?

El rostro de Angélica poco a poco se fue suavizando al entender que él estaba preocupado por el bienestar de su hijo.

—Bueno, él estara con su niñera en casa.

—¿Pero él se siente a gusto con su niñera?

—Sí, la ama.

—¿Y ella lo ama?

—¿Eres muy desconfiado, verdad? —le preguntó Angélica con una leve sonrisa.

—Solo quiero estar seguro que no por ésto él la pasará mal.

—No es la primera vez que salgo a un viaje de trabajo. Él no puede faltar al preescolar, lo más adecuado es que se quedé con ella. Y no te preocupes, yo también soy muy desconfiada —le dijo entre tanto que encendía su celular—. Mirá —brevemente le mostró la pantalla.

—Ya veo, tienes camaras de vigilancia.

—Sí. Aunque Martha tiene mi total confianza, mejor prefiero tenerlo a la vista, así me siento más tranquila.

Renzo dió un pequeño suspiro de alivió. En los siguientes minutos los dos se quedaron en silencio, uno que no era incómodo, sino pacifico. Él en ocasiones la miraba de reojo pudiendo notar en ella una sonrisa ligera que transmitía paz y serenidad.

El viaje había sido muy cortó, se hacía mucho menos tiempo en avioneta que en auto. Al estar en tierra Renzo trató de ayudar a Angélica a bajar, pero ella se adelantó. Al alcanzarla observo cómo respiraba el aire fresco y limpió del bello lugar. Aunque lo quiso, no pudo ocultar su felicidad ante él.

Ya estando en la hacienda Angélica se percató que ya estaba totalmente restaurada, realmente había quedado increíble. Pero también observó que estaba vacía.

—¿Aún no tienes empleados? —le preguntó extrañada.

—Por supuesto que sí.

—¿Y en dónde están?

—Ven, entremos...—le dijo evadiendo su pregunta y solo tomandola de la mano y llevándola adentro, y es qué ciertamente él se había encargado que la hacienda estuviera desocupada mientras ella estuviera allí.

—¿Quieres algo de beber? —le preguntó Renzo mientras ella tomaba asiento en el sofa.

—No, estoy bien gracias —dijo fijando su mirada en él que estaba de pie, notó que unía sus manos nerviosamente «¿En serio él está?», pensó.

Él próximamente se sentó en el otro extremo del sofa dónde ella estaba.

—Entonces le ha gustado la avioneta señor Renzo. O quiere ver otras opciones...

—Angélica, sabés que no te he traído hasta aquí por trabajo —sin previo aviso se lanzó hacia ella aprisionandola debajo de su enorme cuerpo.

Ella se enfureció por su cinismo y el que se sintiera con el derecho de hacer aquello.

—¡Con que permiso haces esto! —exclamó molesta.

—Dime que no lo quieres... —inquirió mientras la provocaba pegando su torso con los pechos de ella y dejando caer todo su peso y maravillosos atributos— muero por penetrarte.

Renzo estaba esperando a que se resistiera e intentara empujarlo al ser tan explícito, y que también lo abofeteara, pero ella lo sorprendió comenzando a desabrochar el primer botón de su camisa. Su peso que cayó en ella y esos atributos que se encajaron en su entrepierna la hicieron estremecer y sentirse tan vulnerable que no pudo resistirse.

—Solo promete que no te tomarás ésto en serio.

—Te haré el amor, claro que me lo tomaré en serio...

Las palabras se acortaron y ya sólo había besos y caricias inundando el ambiente. Ella está vez tomó la iniciativa besandolo ferozmente y metiendo su lengua por toda cavidad de su boca. Parecía que se lo quería comer. Desesperada le quitó su camisa mientras cambiaba de posición sentandose a ahorcadas sobre él. Y cuándo dejó al descubierto a su torso, sus ojos se deslumbraron, la última vez ninguno de los dos conocieron sus cuerpos en la luz, solo los sintieron. Pero está vez que lo miró confirmaba que sus pectorales eran prominentes cómo su marcado abdomen que a los lados en sus costillas también yacían músculos tonificados. Amó que no fuera obsesivamente exagerado, no, todo en él estaba de forma bien estructurada y proporcionada.

Esa mirada embelesada que permanecia quieta observandolo, a él le retorcian la mente de la satisfacción de saber que «Lo deseaba tanto cómo él a ella»

Angélica saboreó con sus nudillos su hombro curvilíneo hasta bajarlo por su brazo abultado y después pasándolo a sus pectorales.

—¿Te diviertes cattivella?

—Un poco —contestó al momento que palpó y estrecho con su palma un pectoral de él...

—Ahh —exhaló gruñendo del placer al sentir ese manoseó.

Ella seguía palpando y estrujandolo continuamente.

—Omg —jadeó ella cómo si en sus ojos hubieran estado dos estrellas brillantes.

—Parece que soy tu juguete...

—Y uno muy bueno —dijo descaradamente arqueando una sonrisa que le enchinaba los ojos.

Renzo estaba muy sensible por estar tremendamente duro y erecto, con esos toques lo estaba estimulando demasiado.

—¿Te gusto? —preguntó extasiado por las caricias con las que lo envolvía. Su respiración se había vuelto entrecortada.

—Eres un hombre grande, siempre quise probar a uno así...

—¿De abajo?

Angélica rodó los ojos exhibiendolos está vez.

—De altura...

—1.93, no es tanto.

—En tu mundo...

—Ya te dejé explorarme... Pero ahora yo quiero desnudarte y probarte...

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Disculpen la tardanza por favor... Por ello actualice dos.

Vuelo A La Libertad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora