Abrirse

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Mientras se desnudaban con ferocidad:

—Cuando te volví a ver en el hospital y te sentí tan distante, empecé a creer que realmente ya no querías estar conmigo.

—Estaba dolido porque creí que no habías confiado en mí en un momento tan crucial, pero no porque no te amará. Lo lamento.

—Lo sé.

—Anicxia no volverá a entrometerse entre nosotros, te lo prometo.

Entre besos y caricias hablaban, él recorriéndola con sus grandes manos por su cintura desnuda y ella estrujando su tonificada espalda.

—Pero no quiero que corras a Anicxia —le dijo Angélica.

—¿Por qué? —no la entendía en absoluto.

—Yo sé mi historia.

Él con la mente nublada por la temperatura elevada solo acepto exasperado. Los pechos de Angélica rebotaron a su vista cuando al fin le quitó su brasier, sus pezones se frotaban con su torso por lo que se le endurecieron rápidamente.

El calor que emanaban sus cuerpos juntos los enloquecía de placer.

Renzo la pegó hacia la pared de madera y comenzó a besarle entre sus dos pechos que al mismo tiempo estrechaba con sus dos manos, los masajeaba y presionaba con las yemas de sus pulgares a sus erectos pezones duros. Angélica sentía sus mejillas arder, cerraba los ojos y abría la boca extasiada, empezó a clamar leves gemidos. Él después descendió por su abdomen dibujando un camino de besos con los cuales enmarcaba con el raspar de sus dientes hasta su zona V, allí le arrancó un gran gemido al besarle, morderle y chuparle con su lengua. Ella tomó sus cabellos para llevarlo de nuevo a su cara. Brevemente, le pidió su celular, de nuevo él se quedó confuso, aun así se lo prestó.

No tardaron en volver a unirse entre besos y caricias. Ella tocaba con delicadeza sus pectorales, hombros, con el torso de la mano. A Renzo se le erizaba la piel en cada zona que ella le tocaba. Se sentía tan bien al sentirla nuevamente, cerró los ojos de satisfacción, su prominente erección se hizo presente comenzando a rozar la entrepierna de Angélica. Ella, al sentir su caliente miembro esbozó una enorme sonrisa, abrió sus piernas un poco y las cerró atrapando su miembro entre ellas, lo apretaba, era demasiada su longitud y grosor que le fue fácil atraparlo; se meneaba hacia delante y atrás con su miembro entre las piernas consecutivamente, no tardó en empaparse con sus fluidos y de los propios.

—Me volverás loco —expresó él con la voz entrecortada y ronca, frunció el ceño extasiado.

Él, sin poderse quedar quieto, se ahogó en su cuello mordiéndola y pasó sus manos por detrás de ella con intención de tomarla, pero ella todavía quería jugar un poco más, tomó de nuevo su pene y comenzó a masturbarlo mientras besaba sus pectorales.

—¿Qué haces? —preguntó él confundido, pero agradecido.

—Solo espera un poco más.

Y es que la intención de ella era hacer que su erección creciera aún más, porque sabía y conocía que todavía tenía esa maravillosa capacidad. Entre que lo frotaba con sus manos y estrechaba sus testículos, la erección de él no tardó en crecer enormemente. Tanto que por un instante Angélica se asustó, y también alguien que espiaba a escondidas en otra caballeriza, Anicxia, ella podía ver claramente a Renzo desnudo y su escandalosa erección gracias a la luz led amarilla del lugar. Le parecía tan hermoso, siempre se imaginó su cuerpo desnudo, pero no así, no a esa distancia, no con otra mujer, cómo quería ser esa mujer, su intimidad palpitaba deseosa de que él hundiera esa abundante erección en ella.

—No lo mires así, tú lo provocaste —le dijo Renzo a Angélica al ver su cara asustada.

Ella pasó saliva y luego sonrió triunfal.

—Por supuesto, es algo que yo solo puedo provocarte —dijo con orgullo—. Pero solo ten cuidado porque me va a doler.

Renzo, ya teniendo su permiso, la cargó poniendo sus piernas sobre sus brazos, dejándola en un perfecto ángulo. Pegada contra la pared y con esa posición que la mantenía bien abierta, a él le fue más sencillo adentrarse, no obstante se deslizó con delicadeza para que ella se acostumbrara a su nuevo tamaño. A Angélica se le contorsionó el rostro del dolor y placer indescriptible que sentía, en su mente solo estaba él, nada más.

Anicxia, por el contrario, frustrada, clavó sus uñas en la puerta de madera y sintió un amargo escozor en la garganta. Estaba viendo cómo Angélica estaba siendo penetrada por Renzo.

Y más frustración sintió al escuchar gemir altamente a Angélica, y ver cómo echaba su cuello hacia atrás satisfactoriamente. Y por su parte escuchar los estruendos gruñidos de Renzo y verle el cómo sus dos perfectas nalgas contorneadas se le contraían cada vez que la penetraba, la enloquecían; Anicxia cerró las piernas fuertemente al verlos hacer aquello y escucharlos. Quería dejar de ver, pero era más su curiosidad que no la dejó.

Pero en algún momento, como si todo lo que presenciaba fuera intencional, Angélica fijó su mirada en ella, Anicxia repelió los ojos ¡Ella lo sabía! Ese mensaje lo escribió ella, no él.

«Míralo y atácate más porque solo eso podrás hacer, porque él es mío, y solo yo puedo disfrutarlo», dijo con maldad en sus adentros Angélica sin romper el contacto visual con Anicxia. «Y esto es el principio de lo que pagaras por haber tomado esa llamada», sonrió con una comisura de sus labios siniestramente. Anicxia lo entendió todo, no hacía falta escucharlo, la mirada de Angélica se lo decía todo, se estaba vengando, y si, efectivamente, estaba resultando.

Angélica volvió su mirada a Renzo y se olvidó de la presencia de Anicxia, lo rodeó con sus brazos sintiendo el calor de su respiración en su cuello. Luego bajó su cara y besó cada una de las mejillas sonrojadas de Renzo.

A los pocos segundos Renzo en el interior de Angélica dio repetidas sacudidas esparciendo su líquido blanco, derramándose al instante por las piernas de ella, era muy tibio y relajante de sentir para ella.

Ellos continuaron por el resto de la noche en la recámara de él. Esa noche permanecieron juntos y hablaron de sus malentendidos. Los dos pidieron perdón, él por haber estado confundido, y ella por haberlo lastimado como lo hizo.

A la mañana siguiente Renzo se despertó renovado, felizmente fue a preparar personalmente el desayuno para Angélica, decidió no despertarla, ya que sabía que desde lo de Axel estaba padeciendo de insomnio severo.

Renzo al estar en la cocina, Fabrizio se apareció delante de sus ojos, en él podía ver un rostro de complejidad.

—¿Han hablado? —le preguntó Fabrizio sin mucha emoción.

A Renzo se le esfumó su buen humor al instante por una pregunta tan simple como esa, pero que sabía indudablemente que tenía mucho por detrás...


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