Ellos murieron

399 29 0
                                    

Angélica piso hasta al fondo el acelerador, y al llegar a la pista y a frenar la camioneta dio una tremenda voltereta derrapándose en la tierra. Bajaron con las piernas temblorosas, pero al ver que estaba Renzo allí dieron un suspiro de alivio; sin embargo, lamentablemente él permanecía de rodillas en el piso en estado de shock. 

Angélica se acercó nerviosamente y se arrodilló frente a él viéndolo directo a los ojos, tenía una impactante expresión; su mirada estaba inerte, perpleja y desenfocada, era como si todo su panorama se le haya puesto negro. Ella deslizó el torso de su mano por su mejilla tratándolo de traer a la realidad. Él, al sentirla, sus palabras salieron con dolor al aire.

—Fabrizio me dijo que mejor me quedara... Miguel se ofreció a ser el piloto... Ellos ahora están muertos —sus labios se quedaron separados, no tenía ningún tipo de fuerza en ese momento. Sentía un enorme vacío por haber perdido a dos grandes personas. 

Pero sin oportunidad de procesar lo que acababa de suceder, sus alertas se prendieron al ver que se aproximaba la camioneta de su tío, al lado del copiloto pudo ver a su mercenario. Esa escena activó su instinto sanguinario. Velozmente se paró y pasó a Angélica detrás de él. 

Posteriormente, se dirigió junto a Angélica hacia el interior del hangar para que se ocultaran, Anicxia llena de temor los siguió. «Seguramente pensaran que estoy muerto», dedujo Renzo, esto le dio ventaja. 

Angélica lo miró impresionada, de un momento a otro él parecía estar como si nada, solo se hizo a un lado las lágrimas y después su rostro se le tornó sombrío con las cejas abajo y boca empuñada, así permaneció mientras preparaba ágilmente armas y municiones. Ciertamente, su lema en el ejército era «No tengo tiempo para llorar», y eso era justo así en ese momento. Ella jamás se imaginó que Renzo pudiera ser tan duro y frío de corazón, hasta ese momento estaba conociendo a la otra cara de Renzo. 

—¿En qué te ayudó? —le preguntó Angélica.

—Toma —le entregó un par de armas—, ya sabes como utilizarlas.

También le entregó otro par a Anicxia, pero ella se intimidó.

—¡No sé usarlas! —dijo escandalizada.

—Solo apunta y aprieta el gatillo, es fácil —le dijo brevemente Angélica.

—Tampoco tengo puntería —dijo Anicxia.

—No creas que yo la tengo. 

Cuando se alistaban para abordar otra avioneta, el tío de Renzo, junto a sus sicarios y su mercenario que lo traicionó, se interpusieron en la entrada del hangar. Renzo no dudó en atacarlos y disparó inmediatamente, los sicarios de su tío formaron un escudo para proteger a su jefe. 

En ese momento Renzo aprovechó y abordó a la avioneta echándola andar y pasándoles por encima con ella, al avanzar los hombres de su tío comenzaron a lanzar disparos ocasionándole algunos daños a la avioneta, afortunadamente ninguno grave. 

El tío molesto por haber fallado en matar a su sobrino, echaba humos por los oídos.

—En serio sobrino pensaste que te dejaría tan fácilmente el cargo. Necesito que estes muerto para tener está hacienda —rechinaba los dientes de la rabia.

Dos horas más tarde Renzo había llegado a otra ciudad, a una que tenía como destino en casos de emergencia, una ciudad dónde tenía una casa de seguridad, no como el supuesto sucesor de los Gastelum, sino como el mercenario «Mantis Religiosa», el apodo menos ofensivo que le pudo otorgar Fabrizio, pero que no obstante tenía un trasfondo oscuro y perturbador. 

Al instalarse no dudó en contactar al resto de los cinco mercenarios de su antiguo escuadrón que anteriormente le habían estado ayudándo, ellos a la mañana siguiente estaban allí con él dispuestos para vengar a Fabrizio que también era como un hermano para ellos y para ayudar en lo que hiciera falta, pero sobre todo para aniquilar al mercenario que se les había volteado. 

Vuelo A La Libertad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora