Fui tu amante

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—Señor Renzo, es un gusto verlo de nuevo —saludó Angélica con voz firmé ocultando su nerviosismo.

—Lo mismo digo Angélica —expresó con una sonrisa falsa Renzo.

Angélica repeló los ojos, esté hombre le seguía hablando con tanta confianza delante de su esposo, ¿que no captaba la situación?

—¿Está interesado en adquirir una avioneta? —una pregunta que claramente marcaba su límite.

Él entrecerró los ojos al escuchar su pregunta tan absurda, era increíble que esa mujer fingiera tan bien que no había pasado nada entre ellos y quisiera ahora marcar limites.

—De hecho sí... —le siguió el juego— ¿Puedo sentarme con ustedes?

Angélica lo dudó por un momento, pero astutamente aceptó y empezó a presentarle a su esposo «Gustavo», al importante cliente que irrumpió a su mesa. Y también de nuevo se saludaron con Fabrizio quién parecía inquieto. Sí ella se negaba a que se sentaran con ellos en la mesa, su esposo probablemente hubiera sospechado que ocultaba algo por negarse, ya que para ella su trabajo era muy importante. Nunca dejaría un cliente «insatisfecho».

—¿Y que tipo de avioneta desea adquirir está vez? Puedo llamar a mi jefe y explicarle las características que quiere para que encuentre lo más cercano a lo que desea.

—Angélica por favor, no hagas cómo que no lo sabes —Renzo la miró desafiante, mientras Fabrizio se le helaba la sangre, ¿en serio la expondría delante de su marido? Este no era el Renzo que conocía. Por su parte Angélica se estremeció por el pánico que sentía por poder ser expuesta, era evidente que eso planeaba Renzo.

—Claro, sé muy bien qué tipo de calibre maneja —aclaró Angélica siendo capaz de darle la vuelta al sarcasmo de Renzo. Ella no iba a permitir que la expusiera delante de su esposo.

—Me alegra que recuerde ese detalle en específico Angélica —aseveró Renzo con una sonrisa picará—, porque no manejó cualquier ca-li-bre —con esa forma pausada y voz ronca de decir la última palabra a Angélica le hizo sentir una punzada en su intimidad. Ese doble sentido, la estaba matando de la preocupación y... de la excitación. Solo esperaba que su esposo no imaginara otras cosas, pero él que sin duda si entendía ese doblé sentido era Fabrizio quién quería arrastrar a Renzo para evitar que se metiera en problemas.

Gustavo, el esposo de Angélica permanecía mudó clavando su mirada en Renzo y apretando los puños con fuerzas mientras trataba de esbozar una sonrisa amigable. Le encabritaba que ese tipo se dirigiera a su esposa con tanta confianza.

—Bien, creó que eso podría tratarlo otro día con mi esposa, cómo vera estamos en un momento íntimo de pareja. Sé que lo entiende ¿Verdad? —interpuso finalmente Gustavo, en eso volteó hacia Angélica y le dedicó una mirada y sonrisa dulce, al mismo tiempo de que posaba una mano en la cintura de ella y ajustaba su agarré atrayendola a él.

Ver eso le hirvió la sangre a Renzo. Sus fosas nasales se dilataron al tensarse su respiración. De nuevo quería quebrarlo en dos, ¿cómo podía tocarla así?, ¿con que derecho? «Claro, el de ser su esposo», se respondía así mismo para grabarselo en la cabeza porque aún no terminaba creyendo que ese hombre tan simple e insípido a su vista, fuera su esposo. Ésto era algo que lo alteraba. Nunca antes se había sentido tan impotente.

Unos minutos más, Angélica y su esposo se retiraron de la mesa dejando a Renzo y a Fabrizio. Renzo permanecía con el rostro sombrío y los labios desencajados. Fabrizio intentó persuadirlo, hacerle ver lo tan mal que estaba involucrarse con una mujer casada, que era mejor simplemente olvidarse de ella. Pero el corazón no entiende de razones. Así que cuándo sorpresivamente Renzo miró la silueta de Angélica entrando al baño, sin dudarlo fue detrás de ella cómo un cazador.

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