Renzo, poco antes de abandonar la casa, Fabrizio hizo que reflexionara sobre su decisión de ayudar a Angélica, y por un instante logró que él se detuviera a reflexionar.
—¿Te vas ya? —le preguntó Fabrizio.
—Sí —rápidamente se giró a verlo—. Por tu cara veo que tienes algo para decirme, pero solo te advierto que digas lo que digas, no hará que me retracte.
—No tardaré porque no es un sermón cómo tú les llamas, sino un deseo... Honestamente, creó que está bien que luches por la persona que amas y lo des todo —por un segundo bajó la mirada con desasosiego—, pero solo deseo y espero que no lo estés haciendo por la persona equivocada. Es todo lo que te digo.
Renzo lo observaba fijamente, durante un instante se quedó perturbado, dudó si estaba haciendo lo adecuado; sin embargo, cómo dijo nada lo haría retractarse.
Más tarde en la ciudad se preguntaba ¿Cómo carajos se acercaría a Angélica sin levantar sospechas y ponerla en peligro? Lo primero que se le ocurrió fue ir a la agencia dónde trabajaba. Al llegar lo recibió el jefe de Angélica; el señor Octavio, él rápidamente lo dirigió a la oficina de Angélica.
Angélica al ver a Renzo palideció.
—¿Qué haces aquí? —preguntó en un tono frío.
Cuándo el señor Octavio, tras salir y cerrar la puerta, Renzo le respondió.
—No me llamaste y me preocupé. Quería asegurarme de que te encontraras bien.
—No debiste venir. Pero total ya viste que estoy bien, así que vete.
—¿Qué te sucede? Estás extraña —su forma tan ermitaña de hablarle lo descolocaba. Esa actitud, era tan parecida con la que la conoció el primer día; con el rostro sombrío y con los labios curvados hacia abajo y su voz sin color. Claramente algo estaba pasando.
—Nada, estoy ocupada... Solo vete.
Él se quedó quieto parado, mirándola fijamente. Frunció el ceño molesto.
—¿Ese imbécil te hizo algo, verdad?
—No —dijo firmemente.
Renzo ahogó su impotencia, ¿cómo es que a esas alturas no confiaba en él?
—¡Angélica deja de cubrirlo! Confía en mí, quiero liberarte.
Ella frunció el ceño extrañada y luego vaciló una sonrisa burlona.
—Ah, sí, ¿y cómo, casándome contigo?
—Sí, quiero que estés conmigo.
Ella rodó los ojos.
—Suenas tan convencido que no se te ha ocurrido que tal vez termines padeciendo lo mismo que le hicimos a Gustavo. ¿Tú soportarías eso?
«¿Engañarme?», confundido, no daba crédito a las palabras de Angélica.
—Él te ha hecho mucho daño.
—Daño que tal vez me merecía. No eres con el único con el que lo he engañado.
—No hablas en serio, no eres ese tipo de mujer.
—No soy una santa Renzo. A lo mejor me miras así porque hasta ahora solo te he contado lo que me ha convenido. Sin embargo, por el cariño que te tengo, debo aclararte que cuándo te conocí solo me acosté contigo para cerrar la venta, y hasta ahora solo has sido mi desahogo.
—No, no. No te creó.
—Renzo, yo siempre te he visto cómo lo que eres, mi amante. Aceptó que te amo, pero el amor no se limita a una sola persona. Lamento haberte mentido, pero amo más a mi esposo —Renzo lo sintió como si hubiera recibido una apuñalada directa al corazón, por unos segundos se quedó sin aire.
Él podía soportar ser su amante y no ser el exclusivo, estar en las sombras, sin embargo, no podía soportar que él no fuera el único que ocupara su corazón, lo rompía.
—¿Has estado jugando conmigo? —preguntó con voz debil, y debido al descontrol de sus emociones, cayó sentado en la silla mientras frotaba con sus manos su cara, intentando asimilar lo que ella le expresaba.
—¡Yo nunca he querido separarme de Gustavo! Siempre te lo dije. ¡Él es mi familia!
—Entonces pasas por alto todo, su maltrato y tus engaños, bajo el concepto de familia —él cerró los ojos y los puños de la impotencia.
—Sí. Puede que Gustavo no sea un buen esposo, pero si es un buen padre. Axel lo ama cómo tal, y yo no lo haré infeliz desintegrando a nuestra familia...
—Disculpa por corregirte, pero mientras sus padres se lleven como perros, él no será feliz. Te lo digo por experiencia propia.
—Eso a ti no te importa.
—¡Que no me importa! —por primera vez Renzo alzaba la voz más de lo normal—. ¡Yo me he convertido en un mafioso para enfrentarme al asqueroso de tu marido y liberarte! —en un arranqué de enojo se levantó rápidamente sujetando con fuerza de los hombros a Angélica.
—¿Qué? —ella agrandó los ojos y se le oprimió el rostro.
—Soy un maldito mafioso por ti —sus ojos estaban totalmente cubiertos de lágrimas y su rostro lleno de conmoción. Junto con el temblor de sus extremidades sujetaba a Angélica, era lo que lo sostenía de pie.
Ella afiló la mirada y levantó una comisura de su labio superior con rabia, como si en realidad no lo amará.
—¡Suéltame! —ella lo empujó con fuerza—. ¡Nadie te pidió que hicieras eso tan estúpido!
Conmocionado, Renzo sentía que la sangre se le subía a la cabeza.
—Qué imbécil soy. Sí, exactamente, nadie me lo pidió, ni siquiera tú. Sin embargo, lo hice debido a mi anhelo de que seas libre y feliz, sin importar si en el trayecto perdía mi propia libertad y felicidad.
Y justo en ese momento, cómo un tormento en su cabeza, aparecieron las palabras de Fabrizio: «Espero que no lo estés haciendo por la persona equivocada... Por la persona equivocada», una y otra vez resonaban esas palabras en su cabeza.
Angélica soltó una risa vacilante.
—Ya deja de decir tonterías. Yo siempre he sido libre. Siempre he podido irme... Pero no he querido, y tampoco casarme contigo.
Su risa irónica dejaban en un vacío oscuro a Renzo. Todo esté tiempo había pensado que ella no aceptaba estar con él por su miedo a abandonar a Gustavo, pero no... Mientras yacía en esa silla pensando, Angélica recibió una llamada alarmante notificándole que Axel había desaparecido del preescolar. A Angélica se le flaquearon las piernas. Renzo, que aún seguía allí, presenció la situación. «Axel está perdido», a Renzo solo le bastó escuchar eso para salir disparado a buscar por sus propios medios a Axel.
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Vuelo A La Libertad
RomancePor primera vez Angélica quiso dejar de reprimirse y permitirse hacer realidad sus más ocultas fantasías, quiso pecar y dejar de hacer lo moralmente correcto. Siempre había deseado a alguien que no simplemente se la metiera y sacara, alguien que le...