Su reflejo de niño

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Por lo que escuchó Renzo, no había pasado mucho tiempo desde que había desaparecido Axel, y debido a está razón lo buscó a los alrededores del preescolar, seguramente un pequeño niño de piernas cortas no había podido llegar muy lejos, pensaba Renzo.

En primer lugar, procedió a dar vueltas en el área de la manzana en su vehículo, y en unas calles pudo percibir que se encontraba un parque. A pesar de ya haber sido buscado allí, no dudó en echar un segundo vistazo. Al llegar al parque, efectivamente no estaba, ni en los juegos, ni en las bancas. Por un momento pensó que podría estar allí. Con la mente agotada decidió sentarse y tomar un respiro para poder pensar con claridad, pero en su mente sólo se le venían recuerdos de su niñez, cuándo sus padres discutían y él huía a su refugio, a un árbol.

—¡Un árbol! —exclamó de inmediato y, en un sobresalto, se detuvo para buscar a Axel, pero ya no hizo falta porque empezó a escuchar llorosos procedentes del árbol de dónde estaba debajo. Al mirar hacia arriba lo miró, Allí estaba Axel, esbozo una gran sonrisa de emoción— ¡Axel!

El niño apartó su cara que la tenía escondida entre sus brazos y piernas flexionadas. Al ver a Renzo puso una cara de desconcierto «¿El amigo de mamá?», pensó Axel.

Con cautela, Renzo se acercó al árbol y le solicitó permiso para subir al árbol y subir con él, el niño asintió tímidamente. Ciertamente, recordaba a Renzo cómo una persona muy divertida que jugaba con los niños y hacía sonreír mucho a mamá. Tal vez lo invitaría a jugar.

Con un suspiro, Renzo se sentó al lado de él en la gruesa rama del árbol.

—Es un agradable escondite —dijo mientras respiraba el viento fresco de la mañana.

—Vengo aquí cuándo mamá y papá pelean —Axel bajó la mirada esquivando a la de Renzo.

—¿Mamá y papá pelearon? —preguntó con delicadeza— ¿Quieres contarme?

—Sí. Papá le gritó muy feo a mamá, no me gustan los gritos... —Renzo esperaba silenciosamente a que él lograra expresarse—. Me da miedo. Porque sé que después —el niño tartamudeaba al hablar— papá golpeara a mamita cómo ayer. No me gusta.

A Renzo se le formó un pesado nudo en la garganta, si para él estaba siendo difícil escucharlo, no se imaginaba lo que sería para el niño haberlo visto. Para él estaba resultando cómo ver su reflejo de niño. Sus manos temblorosas anudándolas en puños... Sentir que el estómago se te aflojara cuando los gritos de tus padres retumban en tus oídos, y ver a tu padre estrellando a tu madre contra la puerta, pared, como si todas esas acciones fueran un paralizante, dejándote inmóvil. Sólo recordarlo revivía todas esas emociones...

Renzo no sabía qué palabras decirle, no quería mentirle con que todo estaría bien. Por lo que únicamente se limitó a dar lo mejor de él, le ofreció un cálido abrazo el cual el niño acepto, Axel se refugió en sus brazos, sentía paz, tranquilidad y seguridad en esos brazos que lo envolvía.

—Quiero escaparme lejos...

Y ese día Renzo pudo entender una cosa, el vuelo a la libertad no era para Angélica sino para Axel. Ayudarlo a salir del oscuro ambiente en el cual él alguna vez también estuvo atrapado. Liberarse.

Poco después, Renzo avisó a Angélica que encontró a Axel. Por lo pronto ellos dos se encontraban en una pequeña fonda degustando «quequis».

—¡De veras tienes aviones! —exclamaba el niño con sus mejillas regordetas y sonrojadas. A Renzo le parecía tan tierno y dulce cómo un algodón de azúcar.

«Ahora ya no desea ser un esposo, sino más que eso, un padre» Nunca había deseado tener hijos, pero en ese momento realmente lo quiso.

—Sí. Me encanta volar —la sonrisa de Renzo era brillante cómo su aura cálida.

—Oh mamá dice que volar, se siente cómo libertad. Ay, yo también quiero volar como pájaro.

Renzo soltó una carcajada iridiscente. Las ocurrencias del niño le alegraban el corazón.

—Bueno, algún día te llevaré conmigo a volar mis avionetas y aviones.

—¿Es una promesa?

—Sí, te lo prometo.

—¡Ya lo prometiste, ehh, y más te vale que la cumplas!

—Por supuesto. Así será —dijo con plena seguridad.

Angélica al llegar se quedó paralizada en la puerta de la entrada, el alma le volvió al cuerpo al sólo ver a Axel. Había imaginado lo peor. Iba acompañada de Martha, la niñera. Entre lágrimas corrió hacia Axel cargándolo.

—Mami no puedo respirar.

Al calmarse y apaciguarse el ambiente, Renzo le pidió que salieran para hablar a solas.

—Gracias por encontrarlo —agradeció con la voz cortada Angélica.

Renzo la ignoraba con la mirada.

—Recuerdas —la voz con la que se dirigía a ella era tan hostil—, dijiste que Gustavo es un buen padre. Pero de nuevo te equivocas, un buen padre no maltrata a la madre delante de su hijo. Ojalá reacciones por el bien de Axel.

Sin decir algo más, Renzo se retiró dejando muda a Angélica, ella bajó la mirada avergonzada.

Rumbo al aeropuerto, Renzo conducía a toda velocidad. Sentía el cuerpo tan pesado por todas esas emociones. Estaba tan exhortó que no midió a la gran velocidad a la que iba. Por supuesto, esto hizo que un oficial de tránsito lo detuviera.

Algo andaba mal, Renzo lo sentía en sus entrañas. Al parar muchos tránsitos lo rodearon, demasiado extraño, uno se le acercó y le pidió que bajará del auto, pero él aun sin bajar la ventanilla «Estos no son policías». Discretamente, bajó su mano hacia abajo del asiento dónde tenía un arma. No obstante, el «policía», se alteró hablándole agresivamente. Evidentemente, el tipo era muy inteligente, sabía que él no bajaría, por lo que incurrió a las amenazas.

—Baja del auto o la lastimada será Angélica, palabras de mi jefe —dijo el hombre.

Renzo ya estaba preparado para atacar, pero cuando escuchó eso, accedió dócilmente.




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