Explosión

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—¿Han hablado? —le preguntó Fabrizio sin mucha emoción.

A Renzo se le esfumó su buen humor al instante por una pregunta tan simple como esa, pero que, sin embargo, sabía indudablemente que tenía mucho por detrás.

—¿Por qué lo preguntas, es porque quieres saber si tienes oportunidad con ella?

—No saques conclusiones. Me preocupan los dos.

—Y a mí me preocupa tu tanto interés.

Fabrizio se sintió muy impotente por los celos absurdos de Renzo, sus ojos se tornaron a rojos.

—Estoy harto, no entiendo por qué tienes esas ideas en la cabeza.

—De acuerdo. Entonces explícame por qué de un momento a otro has cambiado tanto.

Fabrizio por unos segundos se quedó sin habla, y después de humedecer la lengua se atrevió a explicarle.

—Conoces a la persona que he sido, soy alguien que siempre se rigió por sus valores y reglas, como dices tú, muy conservador: Hasta ahora no me había dado cuenta de que podía ser muy antipático y cerrado por mis creencias. Entendí que hacer lo correcto es subjetivo. En conclusión, Juzgué mal A TU MUJER, estoy arrepentido, eso es todo —terminó de decir bajando la mirada.

Renzo se sintió un poco conmovido, pero también emocionado por escucharlo recalcar y reconocer que ella era su mujer.

—Sí, mi mujer —dijo exhalando satisfecho.

Fabrizio lo miró con los ojos entrecerrados.

Y mientras hablaban, Angélica, que desde hace tiempo los estaba escuchando, los observaba con los brazos cruzados sin entender un gramo de lo que decían en italiano, solo le parecía que estaban peleando. Sin embargo, se mantuvo expectante.

—De todo lo que te acabo de decir, es lo único que escuchaste —reclamó indignado Fabrizio.

—Te escuché bien, y es suficiente para mí que tengas claro lo que sientes.

—Pezzo di merda —maldijo Fabrizio al resoplar harto.

—¿Grosero ahora?

—Ya mate, igual me iré al infierno. Da lo mismo.

Renzo empezó a reír a carcajadas.

—Ahhh, sei proprio un coglione (eres un completo idiota) —se río tanto porque le pareció increíble la nueva actitud de su amigo que solía ser tan pulcro.

—Disgraziato —gruñó Fabrizio.

Angélica en ese momento que contemplaba su pelea y que igual no entendía, pero que a simple vista le parecía una cosa de niños, optó por mejor marcharse para qué arreglarán sus problemas. «Estos niños», renegó en sus adentros al darse la vuelta.

—Vayamos afuera y hablemos —finalmente dijo con serenidad Renzo dándole fin a la discusión.

En un lugar privado a un costado de la hacienda, ellos dos se dispusieron a hablar.

—¿Qué pasará con ustedes después de recuperar a Axel? —se atrevió Fabrizio a preguntarle a Renzo.

—No estoy seguro. Sabes, al principio solo quería que ella estuviera conmigo, pero ahora es diferente —le dijo Renzo.

—¿Qué quieres decir?

—Me refiero a que no me quiero aprovechar de su momento vulnerable para que elija una vida conmigo, no la quiero encasillar en otra relación. Prefiero que desde su libertad y cuando se establezca, me elija.

—Oh ya entiendo.

—¿No crees que estoy mal?

—Yo creó que es lo más sensato porque ella está rota, y tú en este camino té has roto con ella, ustedes dos han pasado por cosas muy difíciles, se han lastimado demasiado. Tú y ella, antes de estar juntos, si es que quieren que lo suyo perdure, necesitan sanar, encontrar su centro. Darse un tiempo no es malo, no te desanimes y confía en el amor que se tienen, porque yo estoy seguro de que en algún momento volverán a reencontrarse. Eres un hombre maduro, Renzo.

Fabrizio posteriormente colocó su mano en el hombro de Renzo y le sonrió, y Renzo lo miró por un instante.

—Gracias —expresó con naturalidad.

—¿Por qué?

—Porque sin duda eres un pilar en mi vida.

—Por supuesto —Fabrizio se sintió tan importante y levantó la cara con orgullo.

—Aunque a veces seas insoportable.

Rápidamente Fabrizio hizo una mueca.

—No te molestes. Que no sé qué haría sin ti cariño.

—¡Stronzo! —dijo remilgado y luego suavizó la voz hablando con seriedad—. No te preocupes, tienes a Angélica. Ya te dije que estarán juntos.

Renzo frunció el rostro palideciendo, siendo porque estaban en un momento de sarcasmo y que de repente él se haya puesto tan serio, lo asustó.

—Solo regresarás a Italia, no morirás.

—Tienes razón, y eso exactamente será mañana.

—¿Mañana?

—Mi licencia en el hospital acabó, debo volver...

La conversación terminó en ese instante, después volvieron adentro.

Al día siguiente Anicxia mientras vagaba entre unos de los largos pasillos de la hacienda, sin querer, se topó con otro pasillo oscuro que colindaba a unas escaleras abajo, por curiosidad bajó averiguar que había en ese lugar. Casi al llegar escuchó a unos hombres y a una mujer hablar, brevemente se escondió. Escuchaba algo así como una bomba en la avioneta de Renzo y que gracias a eso ese día saldría de allí. Anicxia rápidamente tapó su boca impresionada.

«Entonces es hoy, Renzo llevará a Fabrizio al aeropuerto en su avioneta», exclamó en sus adentros. «Ese maldito mercenario lo traicionó». Anicxia cautelosamente se marchó, y al estar a unos pasos lejos se fue corriendo adentró de la casa para ver si todavía allí estaban Renzo y Fabrizio, pero solamente se encontró a Angélica, ella al ver tan alterada a Anicxia le preguntó que le pasaba. Anicxia le explicó con simples palabras lo que había escuchado.

Angélica, con el corazón acelerado sin pensarlo, tomó las llaves de la camioneta al no tener contestación de llamada ni de Renzo ni de Fabrizio. Anicxia la siguió por detrás. Las dos se fueron juntas. Para llegar a la pista era un buen tramo por recorrer, tardarían en llegar. Mientras Angélica manejaba a toda velocidad, Anicxia seguía intentando llamarlos.

A las dos se les subió la sangre a sus cabezas, las sentían caliente. Sus manos sudaban, y tenían un gran nudo en el estómago hasta su garganta.

Y cuando apenas lograron ver al horizonte alto a la avioneta volando, de pronto estalló en llamas. Explotó avasalladoramente. Las dos gritaron al unísono, sintieron el alma desgarrada.



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