Que me perdone...

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Renzo la llevó a la habitación dónde la desnudó lentamente a la vez que la besaba en los lugares que iba descubriendo. Ella cerraba los ojos avergonzada, pensó que vería que su cuerpo no era nada perfecto cómo el suyo y retrocederia. Sin embargo Renzo no lo hizo, y al contrario de lo que imaginó ella, él a sus ojos lucía extraordinaria con esas pequeñas marcas que eran la prueba del milagro de dar vida. Besó delicadamente cada una de ellas. Para él ella era perfecta. Siguió avanzando por sus caderas y muslos deleitándonos con sus manos y con los contornos de sus labios.

—Renzo —pronunció su nombre con voz débil.

—Por favor no te cohibas, eres perfecta.

Y no mentía, Angélica después de su primer embarazo su cuerpo se embarneció divinamente; su linda cintura acentuaba hermosamente sus caderas junto con sus piernas largas y bien proporcionadas, ese conjunto la hacían parecer cómo una diosa afrodita... Y sus pechos carnosos con sus pezones y areolas de perfil sobresalientes a él lo enloquecían de la maldita excitación, ya fantaseaba con pasar su miembro por ellos y embadunarla con sus secresiones, su miembro empezaba a doler y punzar al tenerla al descubierto, era todo un «mujeron». Para una macho cómo él, salvaje que se crio en el ejército una mujer cómo ella era un ensueño. Ella era el tipo de mujer que podía centrarlo cómo hombre. «¿Por qué llegué tarde a tu vida?», se reclamaba en sus adentros Renzo. «Tu deberías ser mía».

Renzo al tenerla completamente desnuda, pero dejándole únicamente sus zapatillas puestas la inclinó en la cama haciendo que ella extendiera sus brazos y se recargara con sus manos en la orilla de la cama. Él se posicionó detras de ella y también se inclinó para besar cada vértebra de su columna. A Angélica se adormilaron los párpados del infinito placer que él le ocasionaba. Sin necesidad de tocar su intimidad ella ya estaba padeciendo un rico orgasmo que le contraía el vientre. Su intimidad empezó a derramar un líquido transparente y tibio.

Renzo al ver esa reacción de su cuerpo sus ojos fueron cómo dos soles ardiendo en lujuria. Se enderezó y con las puntas de sus dedos tomó ese líquido cómo si fuera miel derramandose de un panal. Lo saboreó con sus dedos, pero no le era suficiente.

Y Angélica abrió los ojos abruptamente cuándo sintió algo extraño invadiendo su intimidad, esa suavidad y cosa tierna no podía ser otra cosa que no fuera su lengua. Él la estaba chupando cómo un colibrí. No pudo evitar asustarse.

—¡Renzo! ¡Por favor no! Ésto es demasiado para mí... No me gusta.

—¿Segura? —le dijo después de darle un lenguentazo y separar sus labios con sus dedos en forma de compás.

—¡Aj! —ella soltó un gran gemido al sentir eso.

—¿Quieres que paré?

Ella se quedó muda, le daba pena admitir que quería seguir teniendo su lengua en su intimidad. Al no objetar Renzo dió por hecho que quería que siguiera, así se concentró en lamer su canal y la abertura entre sus labios con su punta lingual. Al último se apoderó de su clítoris besando y extrayendolo con fuerza.

Angélica por debajo entre el espació de sus piernas separadas pudo verlo retirarse y enderezarse, por ende miró su miembro exhorbitante y venudo con esa gorda cabeza, «¡Santos cielos!» tragó saliva de la impresión, verlo en su esplendor le ocasionó que sus piernas se flaquearan y cayera boca abajo en la cama retorciendose, su cuerpo ya le estaba exigiendo más, necesitaba calmar a las profundidades de su cavidad. Y sólo eso era posible con su miembro.

Y sin solicitárselo Renzo se tumbó sobre su espalda ubicando su viralidad en su hendidura. La inyectó sin más y sin contemplación, Angélica en esa primera embestida levantó su cabeza hacia atras desquiciada al sentirse llena por él.

—¡Aj! —volvió a gemir con fuerza—. Más por favor —suplicó.

Él pego su cara respirandole en la nuca mientras continúo agasajandola con fuerza hasta su tope y fricciónando todo el alrededor de sus paredes.

Que la inyectará por detras era cómo otra maravillosa primera vez porque experimentaba otro tipo de sensaciones. Le contraía todos los músculos al tocar la parte delantera de su vientre «Punto G».

Ruidos obscenos se escuchaban por toda la habitación. Poco después los dos llegaron al climax juntos, él expulsó su abundante semilla haciendo que ella sintiera espasmos que punzaban y presionaban sus paredes. Y ella con su derramamiento lo apretaba con su cavidad a su miembro, Renzo gruñía exhorto del placer.

Por un momento los dos se quedaron quietos al experimentar un dolor intenso, cómo si sus partes se hubieran quedado atoradas.

—Oh —gruñó Renzo, aunque le dolía, le gustaba.

—¿Que ha pasado? —le preguntó Angélica con la cara contraída— ¿Por qué no sales? Duele.

—Relajate Cattivella, a mí también me duele, pero tu eres quién me tiene que liberar. Deja que tu cuerpo actúe.

Renzo para tranquilizarla le dió tiernos besos en su oreja y se quedó sumamente quieto. Ella se relajó y poco a poco su cuerpo liberaba esa sustancia elaborada «endorfina» para aliviar ese dulce dolor.

Y cómo le dijo Renzo, su cavidad se abrió de repente permitiendole salir de ella.

—Ah —los dos exhalaron al unisono al sentir esa sensación de bienestar. Una que es difícilmente experimentar.

Los dos se tumbaron en la cama y descansaron abrazándose.

...

Más tarde en la noche los dos se dispusieron a cenar. Angélica al momento aprovechó para llamar a su hijo y saber cómo estaba, le dijo que lo extrañaba y él a ella.

Por su parte Renzo no se sentía bien del todo al robarle tiempo de su madre a un niño, aunque solo fuera una noche.

—Es un buen método de cuidado las cámaras —irrumpió mientras ella disgustaba su cena—. Pero por qué no mejor lo traes y ya no nos preocupamos porque lo cuiden bien —conforme él hablaba, Angélica se quedaba estupefacta—, lo amare cómo hijo propio y sera mi primogénito y heredero. Angélica divorciate y cásate conmigo —puntualizó con tanta seguridad.

Y ella no pudo agrandar aún más los ojos de lo que ya los tenía.

—¿Estás loco?

—Sí, pero lo digo muy en serio.

—No sabes lo que dices... —negó abruptamente con la cabeza—, no puedo hacerle eso a mi esposo. No sabes lo que dices Renzo. Dejá de jugar con algo así.

—Soy muy consciente de lo que digo Angélica —expresó con voz seria—, yo puedo ser tu familia. Tu esposo.

—Entonces eres muy intenso, apenas nos conocemos. ¿Cómo puedes asumir una responsabilidad que no es tuya?... Te dije que no te tomarás esto en serio, pero ahora me doy cuenta que tienes otras expectativas y no aceptas que ésto no puede ser otra cosa más que sexo. Nunca seré tu familia Renzo, yo ya tengo a una y a un esposo, que no por sexo abandonaré.

Sumamente molesta por su proposición Angélica se retiró del comedor ignorando el ceño fruncido de Renzo. Él se quedó solo con sus pensamientos «Probablemente no quiere lastimar a su esposo, y que me perdoné Dios, pero yo no voy a resignarme».

Vuelo A La Libertad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora