Huida

287 22 0
                                    

Angélica

«¿En qué momento el miedo me doblegó? ¿Cuándo empecé a ver normal todo esto?»

Me decía al leer la vieja libreta que en algún momento fue mi confesionario.

«Me está costando despertar de este sueño de tener una familia feliz, aún creía y me aferraba a la posibilidad de ser felices juntos, es muy difícil y duele… Estoy sufriendo tanto, llevo un dolor y un hueco en todo mi ser, quiero ser fuerte y salir adelante, pero tengo mucho miedo de ti, tengo miedo de enfrentar al mundo sola.

Cómo quisiera poder apoyarme en alguien, pero a la vez no quiero molestar a nadie ni que se den cuenta del demonio que eres, porque a pesar de todo aún te aguardo amor y lealtad, que a la vez es una idiotez cuando debo de priorizar mi seguridad y la de mi hijo, no quiero manchar más tu reputación no quiero verte sufrir … Soy débil. Tú ni siquiera te tocas el corazón para lastimarme y menospreciarme»

«No quiero lastimarte como tú me lastimas, eso me convierte igual que tú».

«Oh, realmente hoy sentí que me pegarías, eres una persona sumamente violenta y problemática, ya no puedo pasar por alto todas estas agresiones, porque ya no solamente buscas hacerlo emocionalmente, sino también físicamente. Disfrutas mi sufrimiento, te gusta cuando apuntas a mí con un puño. No quiero esto, no quiero que mi hijo viva esto, pienso que es mejor que él sufra un tiempo por tu ausencia a toda una vida a tu lado llena de violencia».

«Pero como puedo vivir este tiempo contigo, no sé cómo sobrellevar las cosas, lo único que me queda es fingir que te quiero, mientras que en mi mente estoy planeando un futuro sin ti».

«Ten calma, algún día saldrás de este infierno».

El miedo me doblegó cuándo me agoté, al intentar huir y que igual al final volvía a dónde mismo, junto con otra golpiza, pensé, «Siempre me encontraran». Porque no lo intente una, o dos, sino muchas, y en todas terminaba afectando a inocentes. Sencillamente, me rendí, y aprendí a vivir en el infierno, simulando ser obediente para tratar de contrarrestar el daño, y así también normalicé todo lo tóxico, y durante me perdí en ese camino, dejé de saber que era lo bueno y que era lo malo «Solo un cascarón vacío».

Y por supuesto, a veces estar rodeado de tanta mierda terminas convirtiéndote en lo mismo, cómo lo fui en el día anterior con Renzo. Me dolía escuchar cómo se le estaba partiendo el corazón; sin embargo, tenía que ser cruel, no quería que se sacrificara por mí, nunca lo quise. Sinceramente, hubiera preferido nunca haberlo conocido y que él fuera feliz lejos de este bajo mundo inhumano del cual nunca saldría.

Pero ya qué, las cosas ya estaban hechas, él ya era un mafioso. No obstante, pensé en una guerra, Dios, yo que viví siempre en una ciudad llena de narcotráfico, sabía con perfección lo que inculcaba una guerra de carteles. Sangre, y más sangre, terror en quiénes no tenían nada que ver, quiénes solo se esforzaban por ganar el dinero honradamente, ellos siempre resultaban pagando las consecuencias, cómo mi padre, que por culpa de un enfrentamiento ajeno terminó muerto con tres balazos, y yo lo vi con mis propios ojos; el cómo las balas le atravesaban mientras me protegía.

Yo sólo quise evitar una guerra…

Justo después de cerrar esa libreta, el señor Octavio llegó de visita, me había llevado mis pertenencias, claro, ya que Gustavo me había prohibido de nuevo trabajar. El señor Octavio era una persona en quien confiaba Gustavo porque tenían negocios y tenían parentesco familiar, él me cubrió todas esas veces que visitaba la hacienda, informando que iba junto con otro grupo de ejecutivos.

—Bueno, aquí están todas tus cosas —me decía con un rostro desencajado, los típicos de él.

—Gracias Octavio, por todo.

Vuelo A La Libertad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora