Para que recuerdes

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Ya en el hotel...

Después de otro caluroso encuentro, una repentina llamada de Gustavo los trajó de vuelta a su realidad.

Llena de nervios tomó su teléfono y se adentró al baño.

—¿En donde estas? —fue lo primero que le pregunto Gustavo.

Entre tanto pacientemente y con calma Renzo la esperaba sentado en la cama cubierto con las sabanas a medio cuerpo.

—En el trabajo, ¿en dónde más? —habló con firmeza ocultando su gran miedo.

—¿Segura? ¿O estás en el baño?

Ella agrandó los ojos, ¿él sabía dónde estaba y que estaba haciendo? Dios ¡Su hijo!

—¿Cómo lo sabes? —antes de tirar de la soga debía asegurarse de que su suposición era cierta.

—Llame a tu oficina y Octavio me respondió, dijo que habías ido al baño.

A Angélica le volvio el alma al cuerpo, menos mal no era lo que pensaba. Y agradeció internamente a su jefe por tramar esa mentira.

—Ah con razón.

—Sí, además el eco del baño me lo confirma.

Angélica suspiro de alivio, menos mal las cosas encajaban con sus mentiras.

—Mmm, ¿pasa algo?

—Nada. Sólo quería avisarte que mi hermano recogerá a Axel, yo volveré hasta la noche.

—Entiendo. ¿Es todo?

—Sí.

—Okey adiós...

—¡Espera!

—¿Sí?

—Angie, te amo —Angélica pudo notar en la nostalgia de su voz la sinceridad de sus palabras, la tomó desprevenida por lo que se quedó totalmente muda, ¿que se suponía que tenía que decir? Comunmente respondería con otro te amo, pero está vez se sentía tan distante a sentirlo y prefería serle fiel a lo que realmente sentía.

—Gracias —la única palabra que tenía bajo la manga para evadirlo y pretender no ser indiferente.

Entre tanto al otro lado de la llamada Gustavo se desplomó abatido en la silla de su oficina.

«¿Por qué mi hermano sigue envenenandome contra Angélica? Sé que nunca quiso a Angélica para mí, pero pensé que ya no se metería más después de la última vez... Ya no me dejaré llevar más por su cizaña, ya no permitiré que me hagan dudar de ella», se dijo en sus adentros al recordar la previa llamada anterior de su hermano: «¿Sabes dónde está tu esposita? Te advertí que darle tanta libertad era peligroso y no entiendes». Su hermano no le dijo más y colgó dejandolo muy intrigado, pero una vez que el jefe de ella le confirmó que se encontraba en su trabajo se tranquilizó. «Javier cómo siempre de paranoico, está quedando loco por tanto poder», decía Gustavo.

Angélica al regresar a la cama Renzo no tardó en preguntarle.

—¿Sucedió algo? —le preguntó preocupado.

—No, solamente me llamó para avisarme que su hermano recogerá a Axel —respondió mientras se anidaba en sus brazos.

—¿El hermano que odias?

—¿Cómo sabes que lo odió? —se quedó perpleja mirándolo.

—Sencillo, se nota en tu cara al sólo recordartelo. Pero me gustaría saber el porqué —mencionó dudoso, obviamente no quería que ella sintiera que de nuevo le estaba exigiendo explicaciones—, no te lo estoy preguntando, solo te expreso mis pensamientos.

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