Solo te falta viol...

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—Espero que no vengas cansada, porque ya que te cogió ese maldito piloto, ahora es mi turno.

Gustavo desesperado le despojó su ropa de abajo y bajó sus bragas dejando vulnerables a sus partes intimas. Él lascivamente sobó su trasero.

—No se ve tan desgastado.

Las pupilas de Angélica se contrajeron y tensó el rostro de la impotencia, su garganta pesaba tanto. Y cuando Gustavo empezó a frotarla con su pene soltó un pujido de dolor y sus lagrimas se corrieron, sentía una asquerosidad inmensa.

—Solo te faltaba violarme... —murmuró Angélica apenas en un hilo de voz.

—¿Qué?

—Era la único que te faltaba... Viólame...

—¿Violarte? —al escuchar esa palabra abrió los ojos abruptamente—. Pero tú eres mi esposa, no de ese pendejo, yo, yo... No, no. ¿Que estoy haciendo?

Rápidamente retiró sus manos de ella y se alejó.

—No soy un puto violador —se repetía constantemente.

Angélica con las piernas temblorosas retomó su postura y talló sus lágrimas con fuerza, sentía tan amarga la boca.

—¡Tuuuuu! Tienes la culpa. Yo no era así, tú me haces ser así ¡Me convertiste en un monstruo!

—Si, todo esto es mi culpa —dijo irónicamente Angélica— ¡Y es que tú siempre has sido un maldito santo verdad!

—¡Pero yo nunca te he traicionado! ¿Sabes lo que estoy sintiendo? Me estoy desgarrando por dentro —Gustavo se le llenó de lágrimas el rostro.

«Se le está desgarrando el alma...», Angélica extrañamente sentía satisfacción al escuchar eso.

—No te detuviste al engañarme, ni siquiera al pensar de cómo me sentiría...

—¿Y acaso alguna vez tú te tocaste el corazón para no dañarme? ¿O te detuviste a parar tus golpes, tus humillaciones? ¿Tus insultos? No verdad —expresó con la voz quebrada—. No hizo falta que me engañaras para desgarrarme el alma, para quitarme el sueño, para quitarme las ganas de vivir. Esto solo es una probada de todo lo que me has hecho sufrir Gustavo. Del daño que me ocasionaste...

—Tú también me has hecho daño. Tomaste esa desición sola, yo lo quería... —Gustavo abatido se recargó en la pared hasta caer al piso en cuclillas.

—No toques ese tema —le dijo entre dientes y con ojos amenazantes Angélica.

Con sus manos tapando su cara y sus lagrimas, en un chirrido de voz Gustavo confesó por lo que tanto la había odiado y tratado mal.

—Yo siempre amare a Axel cómo hijo, no importa si...

—¡No te atrevas a decir eso!

—Y a ti también siempre te amaré. No permitiré que se vayan de mi lado. Olvídate de ese imbécil —retomando aire Gustavo, se puso de pie—. Porque si no, ya sabes lo que le espera. Y a ti también.

Sin agregar algo más se marchó afuera de casa.

Y Angélica se soltó a llorar en la esquina de una habitación ahogando su llanto.

...

En la hacienda y en el despacho de Renzo...

—Por ahora seguiremos ocultos con nuestra relación, hasta que pueda tomar el mando de la organización —aclaró Renzo.

—Vaya —dijo con desgana Fabrizio.

Brevemente Renzo checó la hora en su reloj de mano.

—Estoy preocupado. Quedó de avisarme cuándo llegara a casa, pero nada —dijo Renzo.

—A lo mejor no ha tenido oportunidad, seguro mañana te llama —Fabrizio le decía tratando de tranquilizarlo.

—Estoy ansioso, tengo un mal presentimiento —frotaba sus palmas estresado.

—No te preocupes, solo es tu parainoya. No sobre pienses las cosas y espera a mañana.

—Sí mañana no me llama iré a buscarla.

—Estas exagerando y adelantandote. Recuerda lo que te dijo tú tío, que esperaras... Ellos no pueden romper el tratado así cómo así. Deben tener un motivo. Piensa fríamente, meterte en ese territorio sería peligroso.

—Ese era el plan, esperar... Pero si Angélica corre peligro no me importa entrar en una guerra con ese cartel.

—Ahhh, no piensas sensatamente. ¡Guerra! Sabes que con algo así saldrán perjudicados inocentes.

—Estoy consciente. Sin embargo no por evitar eso, Angélica seguirá sacrificandose.

—Ella ya está bien en su matrimonio. Ella te lo ha dicho. Pero tú te aferras.

—Si, está bien por ahora, ¿pero por cuánto tiempo más? Los tipos cómo él no cambian.





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