6 años...
Taesan logró esbozar una sonrisa temblorosa porque sabía lo importante que era causar una buena impresión. Ignoró que le dolía el estómago tras comerse cinco caramelos de fresa y aferró las asas de su mochila mientras seguía a la asistenta social y traspasaba el umbral de la puerta con un nudo en la garganta. Segundos después, cuando sus pies dejaron atrás el felpudo de la entrada, un par de voces desconocidas le dieron la bienvenida y Taesan se sintió arropado por la calidez anaranjada del papel pintado de las paredes, las manos de la mujer que le acariciaba el cabello y el aroma del ambientador que flotaba en la estancia.
«Así que eso es un hogar», pensó mientras paseaba su mirada por el sofá verde musgo que presidía el salón y los cuadros con dibujos de mariposas. Aquel lugar no se parecía en nada al centro de menores en el que él había vivido hasta entonces; no había hileras de camas, voces infantiles, ni mesas largas en el comedor.
—Taesan, ven aquí. —Obedeció la orden de la asistenta social y se esmeró por seguir sonriendo—. Te presento a Haneul y a su marido, Minjun; a partir de ahora ellos serán tu familia de acogida.
—Hola —saludó con cierta timidez.
—Oh, ¡Eres un encanto! —Haneul se agachó para quedar a su altura y le dedicó una cálida mirada—. Estamos muy felices de tenerte aquí, Taesan.
Minjun asintió ante las palabras de su mujer.
—Es un niño muy bueno y tranquilo —aseguró la asistenta.
Haneul sostuvo sus manos entre las suyas.
—¿Te apetece ver tu habitación?
Taesan tardó unos instantes en contestar que sí con la cabeza. Su «madre de acogida» lo guió por el estrecho pasillo de la casa mientras su marido y la asistenta se quedaban hablando en el salón. Al ver su cuarto, Taesan se quedó con la boca abierta. Era una habitación pequeña, pero, para un niño de seis años que jamás había tenido un dormitorio propio, aquello fue como pisar el cielo. Había una cama con sábanas de dibujos animados a juego con las cortinas, un viejo baúl y un peluche de un gato que lo observaba desde la almohada.
—¿Te gusta lo que ves? — preguntó Haneul y Taesan le respondió otra vez asintiendo, porque se sentía tan contento que era incapaz de hacerlo con palabras. La mujer le sonrió. Tenía los labios pintados de color carmín—. Puedes decorar las paredes a tu gusto si te apetece colgar tus dibujos. Queremos que te sientas cómodo con nosotros, así que no dudes en decirnos cualquier cosa que te preocupe, ¿De acuerdo?.
—Vale —susurró. Y tras tomar una bocanada de aire, añadió—: No me gustan los guisantes.
La mujer se recogió un mechón de cabello negro tras la oreja e intentó no reírse. Taesan se quitó la mochila y la dejó sobre la colorida colcha antes de dirigirle una mirada dubitativa. Haneul entendió que temía haberla decepcionado por no querer comer guisantes y se apresuró a tranquilizarlo.
—Perfecto, nada de guisantes. —Sonrió—. ¿Sabes cuál es la especialidad de mi marido? Patatas al horno con mucho queso gratinado.
La alegría iluminó su rostro infantil.
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Blissful Madness | Gongfourz
FanfictionHan Taesan ha crecido en hogares de acogida y su pasado es como un lienzo en blanco. Sabe que es importante defender sus ideas, vivir al día y no aferrarse a las cosas, pero siente debilidad por «la casa azul», esa preciosa propiedad en la que años...