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Durante los últimos dos días, Taesan había estado pegado a la cama de Gyuvin

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Durante los últimos dos días, Taesan había estado pegado a la cama de Gyuvin.

Tan solo había salido tres horas del hospital para darse una ducha y cambiarse de ropa. Al volver, Gyuvin ya había recuperado la consciencia, pero se pasó todo el día medio dormido y aletargado. Sin embargo, el martes por la mañana, parecía el de siempre, pero destilaba apatía.

—Bebe un poco más de agua —insistió Taesan.

—No tengo sed. Lo que quiero es salir de aquí.

—Tienes que estar bromeando.

Gyuvin se puso en pie y tomó los viejos pantalones vaqueros que estaban colgados en el respaldo de la silla y se los puso antes de quitarse la bata del hospital. El pelinegro observó su estómago cóncavo; estaba muy delgado, tenía varios cortes y moretones y un par de tatuajes nuevos de los que no recordaba saber nada.

Tragó saliva, nervioso, y se puso delante de él.

—¡No puedes irte! Gyuvin, escúchame. Has estado muy mal, el médico dijo que apenas faltó nada para... que por poco no...

—Dilo. Que por poco no muero.

—¿Por qué te comportas así?

—¡Porque tendrías que haber dejado que pasase, joder! ¡Tendrías que haberme dejado morir! ¿No lo entiendes? Hace tiempo que no tengo nada por lo que luchar. Por más que me paro a pensarlo, no consigo encontrar una puta razón por la que deba seguir estando en este mundo. Y no puedo salir de esta... no puedo —susurró.

Taesan le rodeó la cintura con los brazos y pegó la cabeza a su pecho, reteniéndolo e impidiendo que pudiese seguir vistiéndose. Tenía la piel fría.

—Si vuelves a decir algo así te juro que no te lo perdonaré jamás.

Gyuvin respiró profundamente, acogió las mejillas del pelinegro entre sus manos y dio un paso atrás para poder encontrar sus ojos humedecidos. Le acarició el pómulo con el pulgar, despacio, y su mirada se perdió unos segundos en sus labios entreabiertos antes de obligarse a apartar la vista con brusquedad.

—No quería decir esto, pero... —dijo, y se detuvo un instante para inspirar hondo— Ha llegado el momento de que tomemos caminos separados, Tae. Tienes que alejarte de mí.

—No puedes estar hablando en serio.

Gyuvin quitó uno a uno los dedos de Taesan que se aferraban a su cintura y se dio la vuelta para tomar la camiseta nueva que el menor le había comprado el día anterior tras decidir que la que traía puesta merecía ir directa a la basura. Se la puso y luego empezó a buscar las zapatillas deportivas. No era capaz de alzar la vista hacia él. No era capaz. Y Taesan lo conocía lo suficientemente bien como para saberlo.

—Al menos, mírame. —Tras debatirse unos segundos, los ojos de Gyuvin encontraron los suyos y el contraste entre ambos fue más patente, la luz frente a la oscuridad—. No lo entiendo. Entonces, ¿por qué me llamaste el domingo?

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora