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Taesan se quedó quieto en el umbral de la puerta cuando Yoo Suryeon lo invitó a entrar

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Taesan se quedó quieto en el umbral de la puerta cuando Yoo Suryeon lo invitó a entrar. No estaba seguro de estar preparado para hacerlo y ese pensamiento provocó que se estremeciese. ¿Por qué se sentía así? Él, que se consideraba valiente. Él, que jamás daba un paso atrás si no era para tomar impulso. Quizá se trataba justo de eso, de que dar un paso al frente, en esa situación, sí sería como abrir de nuevo ventanas del pasado que ya había cerrado. Notó que le temblaba la mano derecha y se la llevó a los labios.

Leehan rompió el tenso momento.

—Vamos, Taesan, te acompaño.

Eso lo hizo reaccionar. Su voz, su familiar voz, ese sonido suave que empezaba a colarse con frecuencia en sus pensamientos, le recordó que no podía seguir fiándose de él. No a ciegas, al menos; no después de todas las veces que le había fallado, de todas las piedras que Leehan había colocado con sus propias manos en el camino que los unía.

Se giró hacia el castaño y respiró hondo.

—No es necesario. Puedes irte.

Leehan abrió la boca para protestar, pero vio algo en sus ojos que le impidió hacerlo. Asintió, incómodo, y dio media vuelta mientras Taesan entraba en la enorme casa y las puertas se cerraban tras él. Caminó despacio siguiendo a Suryeon hasta un confortable saloncito en el piso inferior y se sentó en el sofá de color añil haciendo un esfuerzo para no echarse a llorar como un niño pequeño. Cuando la mujer que le había abierto la puerta le preguntó si quería tomar un té, logró asentir con la cabeza y, una vez salió hacia la cocina, el silencio entre ellos resultó casi doloroso.

Suryeon se sentó a su lado, con las piernas juntas, y acogió una de sus manos entre las suyas antes de que Taesan pudiese apartarse y rehuir el contacto. Cuando reunió fuerzas para alzar la mirada hacia la mujer, descubrió que tenía los ojos húmedos.

—Lo siento mucho, Taesan, muchísimo...

—Es que... no lo entiendo. ¿Por qué...?

—Es una larga historia, pero me encantaría poder contártela, siempre que tú quieras. No pretendo presionarte y sé lo difícil que debe de estar siendo esto para ti —dijo con voz temblorosa—. Lamento que las cosas no hayan sido de una forma diferente. Ojalá hubiese encontrado el valor suficiente, pero...

Suryeon presionó los labios temblorosos cuando la otra mujer regresó a la estancia y dejó una bandeja en la mesa que contenía dos tazas floreadas y una tetera. Tras verla desaparecer de nuevo, ninguno de los dos hizo el amago de servir el té. Taesan se empezó a sentir como si acabasen de abrirle un agujero en el pecho que, minuto a minuto, se iba haciendo más grande; el dolor, la decepción y la frustración parecían buscar un rincón en el que agazaparse. Quizá porque Taesan pudo percibir que parecía estar hundiéndose, se apresuró a hablar antes de que la oportunidad se le escapase.

Sus dedos juguetearon nerviosos con el collar de perlas que le vestía el cuello y su voz sonó endeble, como un montón de plastilina que teme que el puño de un crío la destroce.

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora