El timbre de la puerta no dejaba de sonar.
Maldijo entre dientes antes de levantarse de la cama. Estaba hecho polvo y lo último que le apetecía era ver a nadie, pero conocía lo suficiente bien a Riwoo como para saber que, si no abría la puerta pronto, terminaría llamando a la policía o tirándola abajo.
—¿Se puede saber qué te ha pasado? Tienes un aspecto terrible. ¿Te atropelló un camión anoche? —preguntó mientras entraba en la casa cargado con varias bolsas del mercado agrícola y se dirigía hacia la cocina. Lo miró por encima del hombro—. Oh, no, no me digas que la cena fue un completo desastre.
—¿Me das un minuto?
—Claro. Espera, ¿qué es eso que tienes ahí? ¿Te metiste en una pelea? —Antes de que pudiera alejarse, el rubio inspeccionó su cuello—. ¡Pero si es un chupetón!
—Riwoo... —suspiró.
—¿Es de Taesan?
Leehan negó con la cabeza y le recordó ese valioso minuto que le había dado antes de escabullirse escaleras arriba. Un minuto que, evidentemente, él iba a convertir en casi media hora.
Tomó ropa limpia y se metió en el cuarto de baño. Se quitó la camiseta blanca de manga corta que vestía y apoyó las manos en el lavabo. La imagen de un chico desconocido le devolvió la mirada a través del espejo.
¿Qué le estaba ocurriendo?
La pasada noche, tras ver desaparecer a Taesan por la puerta de la tienda, se había subido al coche y se había quedado allí un buen rato, furioso sin saber por qué, con la mirada fija en la luz que resplandecía tras la ventana de la buhardilla.
No estaba enfadado con el pelinegro, pero su presencia seguía siendo una sombra que se había colado en su vida sin invitación. Y quizá por eso, o porque últimamente se sentía confundido y lejos de parecerse a la persona que siempre había creído ser, había buscado en su teléfono el último mensaje que Tzuyu le había enviado hacía unas semanas preguntándole si le apetecía pasar un rato con ella y rememorar viejos tiempos.
Él se había sentido fascinado por Tzuyu la primera vez que coincidió con ella años atrás en una gala benéfica. Era una mujer de negocios, segura de sí misma, inteligente y con una sonrisa deslumbrante. Seguía teniendo esa misma sonrisa cuando le abrió la puerta de su casa unas horas después, casi entrada la madrugada. Y besaba igual. Intenso. Absorbente. Como si intentase marcarlo con cada beso.
Leehan entró en su apartamento y cerró los ojos cuando ella empezó a desabrocharle los botones de la camisa.
Un pensamiento fugaz lo atravesó al imaginar que era Taesan el que deslizaba la tela por sus hombros antes de dejarla caer al suelo y se obligó a mirar a la chica que tenía enfrente. No dejó de hacerlo en ningún momento. Mientras resbalaba dentro de ella con brusquedad, se cercioró de ser muy consciente del cabello rubio que mantenía sujeto entre sus dedos, de los labios pintados de rojo que gemían su nombre y del tono de esa voz, que no era profunda ni vibrante, sino serena y elegante.
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Blissful Madness | Gongfourz
FanfictionHan Taesan ha crecido en hogares de acogida y su pasado es como un lienzo en blanco. Sabe que es importante defender sus ideas, vivir al día y no aferrarse a las cosas, pero siente debilidad por «la casa azul», esa preciosa propiedad en la que años...