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Leehan llamó un par de veces a la puerta hasta que abrió un tipo que lo miró con el ceño fruncido

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Leehan llamó un par de veces a la puerta hasta que abrió un tipo que lo miró con el ceño fruncido. Ignoró sus gritos cuando entró y se encaminó hacia el final del pasillo, sorteando a algunas personas que estaban allí, tiradas por el suelo, mezclándose con la suciedad que los rodeaba.

Al llegar al salón, su mirada se encontró con la de él, que estaba fumándose un cigarro con los ojos entrecerrados. Al verlo allí, Gyuvin se levantó, pero al hacerlo de golpe tuvo que sujetarse un instante al brazo del viejo sofá. Cuando el mareo se disipó, lo señaló.

—¿Qué mierda haces aquí otra vez?

—Vine por ti. Recoge tus cosas.

Gyuvin rio y algunos se unieron a él.

—Muy gracioso. Lárgate de una puta vez.

—No estoy bromeando —advirtió y luego desapareció por el pasillo en busca de la habitación en la que lo había visto por primera vez, antes de que acabara en el hospital.

Gyuvin lo siguió, tambaleándose, y se detuvo en el umbral de la puerta. Al ver que empezaba a revolver sus cosas, ni se detuvo a pensarlo. Se abalanzó sobre él, pero Leehan era mucho más fuerte y hábil, así que apenas tardó dos segundos en dejarlo en el suelo.

Cuando un par de curiosos se asomaron para ver qué pasaba, les gritó que se largaran y ninguno debía tener ganas de meterse en problemas, porque obedecieron de inmediato. Leehan se levantó, resoplando y mascullando por lo bajo, y luego agarró a Gyuvin y lo alzó frente a él.

—Escúchame bien. Vas a venir conmigo te guste o no, aunque solo sea para oír lo que tengo que decirte. Tienes una oportunidad. Después, eres libre de elegir.

—¿Por qué haces esto? —masculló.

—Porque lo quiero, mierda, lo quiero —confesó—. Y tú eres importante para él y eso tendría que haber sido suficiente para mí.

—¡Vamos, no me jodas! Piérdete.

—¿Ya tienes todo lo que necesitas?

—¿De qué demonios hablas? Me pediste que me alejara de su vida y lo hice, porque sí, tenías razón, soy malo para él y blablablá... No me vengas ahora con tu mierda.

—Me equivoqué. Lo siento.

Gyuvin lo miró y frunció el ceño.

—¿Qué es lo que pretendes?

—Te espero abajo, en el coche.

Leehan se quedó esperando estacionado delante de una zona en la que estaba prohibido hacerlo, cruzando los dedos, pensando que necesitaba hacer aquello. Por Taesan. Pero también por él.

Cuando Gyuvin apareció diez minutos más tarde con una bolsa como todo equipaje, suspiró aliviado. Le dirigió un gesto hosco antes de subir a su lado, pero Leehan lo ignoró y arrancó el vehículo. Llevaba un rato conduciendo cuando Gyuvin abrió la boca.

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora