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15 años

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15 años...

Ya casi había anochecido cuando Taesan entró en la casa de los Choi por la puerta trasera intentando no hacer ruido. Iba pintado de rojo porque venía de manifestarse junto a docenas de personas por el aumento de las muertes de animales a causa del calentamiento global.

—¿Crees que un chico como tú debería volver a estas horas?

Taesan se estremeció al escuchar la voz gangosa del señor Choi justo antes de que encendiese la luz del recibidor. Tenía los ojos rojizos y vidriosos y una mueca extraña cruzaba su rostro.

—Lo siento. Se me ha hecho tarde.

—¿Y qué demonios es eso...?

Se inclinó hacia él y Taesan dejó de respirar al advertir el aroma a alcohol y el aliento del señor Choi. Tembló cuando su mirada descendió por su cuerpo y las ropas pegadas por culpa de la pintura. Cerró los ojos. Estaba solo. Gyuvin había sido el último en marcharse dos meses atrás. Pensar en él le dio valor y consiguió que su voz sonase firme al hablar.

—Solo es un poco de pintura.

—Ya veo... —entrecerró los ojos.

—Bajaré al sótano.

—Espera un momento. —Antes de que Taesan pudiese escabullirse, el señor Choi se apretó contra él y lo retuvo contra la pared. El corazón empezó a latirle de forma frenética e intentó quitárselo de encima. —¿Qué pasa? ¿Acaso no me he portado bien contigo todos estos años?

—¡Suéltame! O te juro...

—¿Qué harás? —Se rio y le alzó la barbilla con una mano para obligarlo a mirarlo.

Había un velo en los ojos de aquel hombre que conducía a un pozo de oscuridad. Cuando notó su mano áspera rodeándole el cuello, presionando, sin ser del todo consciente de lo que hacía, Taesan alzó la rodilla y lo golpeó con todas sus fuerzas. Sorprendido, el señor Choi se apartó y aulló de dolor, pero él ni siquiera lo escuchó. Volvió sobre sus pasos, abrió la puerta y se alejó de allí todo lo rápido que pudo, ignorando las náuseas que sentía.

Corrió, corrió y corrió. Y solo paró al advertir la casa que se dibujaba a lo lejos bajo la luz de las farolas. De algún modo, sus pies lo habían conducido hasta ese lugar.

Tomó una gran bocanada de aire e intentó que las piernas le dejasen de temblar. Miró a ambos lados de la calle, asustado y confundido por lo que acababa de ocurrir. Allí no había nadie. El silencio y la calma de la noche contrastaban con el pulso desbocado que le atenazaba la garganta. Tragó saliva con nerviosismo antes de dirigirse con pasos acelerados hacia la acera de enfrente. Temiendo arrepentirse, tomó impulso sin pararse a pensarlo ni un segundo más y saltó el muro de la casa azul. Ahogó un gemido al apoyar las manos en el suelo para frenar la caída y se clavó un par de piedrecitas, pero estaba tan agitado que apenas lo notó.

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora