El viernes, Leehan se despertó a primera hora de la mañana, como siempre, cuando el sol todavía parecía estar desperezándose. Desayunó, se dio una ducha fría, sacó a pasear al perro y se preparó la maleta.
Les había dejado unas instrucciones muy claras a Soobin y Yeonjun sobre lo que podían hacer en su casa durante su ausencia —ver la televisión, quedarse a dormir, comer—, y lo que no —montar una fiesta, básicamente—. Riwoo se había ofrecido a cuidar del perro, pero Leehan deseaba saber si podía confiar en sus hermanos, principalmente porque se había dado cuenta de que, hasta la fecha, ni siquiera había intentado hacerlo.
Lo pensó mientras hablaba con el rubio por teléfono.
—Prepárate para encontrar la casa hecha pedazos cuando vuelvas —le dijo Riwoo.
—Están cambiados. Creo. Como mínimo se ganan la vida.
—Des-nu-dán-do-se.
—Me vale —admitió.
Había pensado en ello durante los últimos días. El domingo, cuando Taesan lo acompañó a casa de sus padres, se había sentido tranquilo y muy feliz, como si tuviese todo lo que necesitaba allí, en el salón del hogar que lo había visto crecer. Y aunque sus hermanos a menudo lo sacaban de quicio, sabía que no los cambiaría por nada. Los quería tal y como eran.
—¿Y no vas a decirme qué significa este viaje? —preguntó Riwoo.
—No quiero que vaya solo —contestó.
—Claro, no es porque tú lo necesites...
—Mira, no tengo mucha cobertura. Ya hablaremos cuando vuelva. —Y mientras la risa de Riwoo le llegaba desde el otro lado del teléfono, él le dio al botón de colgar.
Condujo hasta la tienda y aparcó por los alrededores antes de entrar y dedicarle una sonrisa a Sunhee, que parecía encantada de verlo. La mujer salió de detrás del mostrador y le dio un abrazo corto pero cálido.
—¡Qué alegría que vayas a acompañarlo!
—Espero que volvamos con vida —bromeó.
—Oh, ¡qué divertido eres!
—¿Divertido? ¿Leehan? —Taesan apareció tras bajar las escaleras y frunció el ceño—. ¿Y qué estás haciendo aquí? Te dije que no nos iríamos hasta el mediodía.
Leehan lo miró con inocencia.
—Pensé que quedaríamos antes.
Taesan no supo si creerle, pero, ahora que ya estaba allí encandilando con su perfecta sonrisa a Sunhee, no le quedó más remedio que aceptar que fuese con él.
Tras despedirse de la mujer, los dos atravesaron un par de calles caminando a paso lento y en silencio. Taesan estaba tan nervioso que le sudaban las palmas de las manos y temía imaginarse qué haría si, al llegar a la cafetería, no había rastro de Gyuvin. Necesitaba verlo. Necesitaba saber que estaba bien. Si él pensaba que evitando sus llamadas le quitaría un peso de encima, se equivocaba; era justo al revés. Hacía tiempo que Taesan había llegado a la conclusión de que la información, por más dolorosa que fuese, siempre era mejor que la incertidumbre y las dudas. La información se podía masticar y digerir, se podía entender y asimilar. La incertidumbre siempre seguía siendo eso, desasosiego; no cambiaba de forma ni de color, tan solo se volvía más grande.
ESTÁS LEYENDO
Blissful Madness | Gongfourz
FanficHan Taesan ha crecido en hogares de acogida y su pasado es como un lienzo en blanco. Sabe que es importante defender sus ideas, vivir al día y no aferrarse a las cosas, pero siente debilidad por «la casa azul», esa preciosa propiedad en la que años...