12.

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—Tenías que hacerlo, Taesan

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—Tenías que hacerlo, Taesan. No llores —repitió Sunhee—. Vamos, todo saldrá bien y ya sabes que me tienes a mí, estamos juntos en esto. Ten, cariño, toma un pañuelo.

Taesan se limpió la nariz y se dejó caer en su cama fijando la vista en el techo inclinado. Tras cumplir los veinte, había decidido mudarse a la buhardilla de la tienda de antigüedades que se encontraba tras ascender unas escaleras metálicas de caracol. Antaño, aquel lugar había estado destinado a guardar más muebles, objetos curiosos y todo tipo de cachivaches, pero él lo había limpiado y remodelado a su gusto, pintando las paredes de un azul cobalto envejecido que le recordaba a la casa azul y decorando la estancia poco a poco.

Sunhee había insistido en que no se marchara, pero Taesan le aseguró que estaría bien allí (vivir literalmente en su lugar de trabajo tenía ciertas ventajas, como no madrugar nunca). Además, el pelinegro deseaba que otro niño pudiera vivir en el hogar de los Han y tener las mismas oportunidades que a él le habían dado. Y eso, afortunadamente, había ocurrido. Ahora Eunji, un mocoso adorable de ocho años, compartía habitación con Yeon y ambos se llevaban de maravilla.

—Pensaba que firmaría...

—Está en su derecho, Taesan. Has hecho lo correcto al ir a hablar con él. Sé que ahora te da miedo dejarlo entrar en tu vida, pero seguro que con el tiempo llegaran a compenetrarse y fijarán unas normas por el bien del bebé. —Le apartó los mechones de la frente—. ¿Te encuentras mejor?

El pelinegro asintió con la cabeza.

—¿Estás llo-llorando? —preguntó Yeon desde el umbral de la puerta—. ¿Te han hecho daño? ¿Por qué lloras?

Taesan se puso en pie y se obligó a sonreír. Yeon no soportaba ver a nadie llorar, era algo que le ponía muy triste. Avanzó hasta él y lo abrazó con fuerza tras susurrarle que todo estaba bien. Él lo miró poco convencido.

—No se entretengan más —les dijo Sunhee.

Hacía más de una hora que la tienda había cerrado y el pequeño Eunji seguía abajo jugando con un par de canicas entre los numerosos muebles y antigüedades que parecían formar un laberinto. Taesan dejó escapar un suspiro tras despedirse de ellos. Luego, cuando escuchó la puerta principal cerrarse, volvió a dejarse caer en la cama y a pensar en todo lo que había ocurrido.

Su vida había dado un giro al descubrir que estaba embarazado. No le había dado demasiada importancia a los primeros cambios, pero empezó a sentirse raro: estaba muy cansado, tenía ligeros mareos así que le pidió a Sunhee si podía cambiar de perfume, porque el que usaba le resultaba de lo más desagradable, ante lo que ella había contestado que era «el mismo de siempre». Taesan la miró como si estuviese loca y pensó que se habría equivocado al elegir el bote esa mañana. Sin embargo, cuando las náuseas hicieron acto de presencia, ya no pudo seguir ignorando todos aquellos síntomas. La prueba que compró en la farmacia más cercana fue la última confirmación.

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora