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Subió los escalones llenos de suciedad evitando tocar la barandilla de aquel edificio abandonado

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Subió los escalones llenos de suciedad evitando tocar la barandilla de aquel edificio abandonado. Cuando llamó a la puerta minutos después, lo hizo con el pulso latiéndole acelerado, temiendo que abriese la persona inadecuada o, peor aún, que él ni siquiera estuviese ya allí.

El alivio lo embargó cuando Gyuvin apareció ante sus ojos, al menos hasta que el azabache lo miró con una mezcla de enfado y sorpresa antes de cerrar la puerta a su espalda y salir al rellano.

Lo tomó del brazo y lo guio de nuevo escaleras abajo.

—¿Cómo se te ocurre aparecer aquí?

—Tenía que verte. Necesitaba verte.

—¿Y él cómo demonios permite que vengas solo?

—No lo sabe —respondió—. Leehan no quería...

—¿No quería? —Gyuvin lo miró nervioso.

—No quería que viniese a buscarte.

Gyuvin asintió lentamente, tragó y apartó la vista del menor, porque le dolía demasiado. Paró un escalón por debajo de Taesan y tomó aire.

—Por una vez, tiene razón. ¿Qué haces aquí, Taesan?

—No puedo dejarte... —contestó con un nudo en la garganta—. ¿Es que no te das cuenta? Tú eres mi única familia. No hay nadie más. Sin ti, mi pasado solo sería un lienzo en blanco. Ya casi no hay recuerdos que pueda rescatar y yo... no soporto verte así.

—Tae, deja de complicarte la vida por mí...

—Tú no eres una complicación, Gyuvin. —el mayor se frotó la nuca, cansado—. Ya que he venido hasta aquí, deja que te invite a comer, al menos. Por favor.

Gyuvin terminó asintiendo y salieron a la calle.

Caminaron en silencio, callejeando, mientras buscaban alguna cafetería en la que pudieran sentirse a gusto. Aquel día, el cielo era de un gris plomizo y las nubes parecían telarañas.

Y hacía frío.

Taesan vestía unos pantalones negros y cómodos y una chaqueta gris con las solapas de color azul. Se sentaron dentro de un local de aspecto bohemio, con lámparas en forma de espiral y cojines de un color diferente en cada una de las sillas.

Gyuvin pidió un plato de pasta y Taesan unas verduras salteadas.

—¿Por qué no contestas los mensajes?

—No me quedaba saldo —se excusó.

—¿Y por qué no me respondes las llamadas?

Gyuvin se frotó las mejillas y suspiró hondo.

—No entiendo por qué eres tan insistente.

—Ni yo por qué te rindes tan fácilmente.

—¿Fácilmente? —Sonrió con ironía—. Vamos, ¡mírame! ¿Qué demonios te pasa? O vives en una realidad paralela a la mía o tienes un problema de percepción.

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora