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otro cap con escenas cortitas unu

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—¿Te cuento un secreto?

—Claro. —Leehan lo miró.

—Cuando era pequeño, pensaba que era como una moneda. Creo que llegué a esa conclusión porque, por aquel entonces, no tenía un hogar fijo, iba de mano en mano y, además, no entendía por qué unas monedas valían más que otras; para mí, todas eran iguales, redondas, brillantes. Pero empecé a fijarme en que nadie se agachaba en el suelo para recoger las de un won ni les molestaba dejarlas por cualquier parte: en el forro de un bolso, perdidas en un bolsillo...

—Joder, Tae, ahora entiendo...

Se calló. Acababa de recordar el día en que habían ido a comer a ese restaurante tailandés y Taesan se había lanzado al suelo para recoger una moneda.

Lo abrazó.

—Tae, quiero saberlo todo de ti.

.

Taesan sonrió mientas caminaba por la calle al lado de Suryeon y Sunhee después de tomarse el café y las pastas, algo que casi se había convertido en una tradición. Durante esa media hora, los tres charlaban, reían y compartían momentos que él atesoraba en el recuerdo. Después, Suryeon solía acompañarlos dando un paseo hasta la tienda y se despedía de ellos delante de la puerta.

Ese día, en cambio, los tres se pararon en seco en medio de la calle al ver al repartidor que estaba esperando con un ramo de flores en la mano. No eran rosas; eran de colores, silvestres, salvajes, poco conocidas.

Preguntó por Taesan y se lo entregó.

—Oh, qué gesto más bonito —dijo Suryeon.

—Déjame ver qué pone en la tarjeta —pidió Sunhee —. «Locura número ocho. Espero que pases un buen día, pequeño». ¿Y eso es todo? ¡Hoy en día el romanticismo se ha perdido!

Suryeon pareció estar de acuerdo, porque empezó a hablarles de las kilométricas cartas que Hyungsik le escribía cuando eran jóvenes.

Taesan tomó el ramo y se lo llevó a la nariz antes de sonreír.

Y pensó que quizá para ellas no era lo suficientemente romántico, pero para Taesan era lo más bonito que nadie nunca había hecho por él: intentar cumplir la tontería que decía un horóscopo solo para demostrarle que era el chico de las trece locuras.

.

—¿Por qué estás triste, Taesan?

—Por nada. Estoy bien. —Sonrió.

—No me mientas. —Leehan estaba sentado en el sofá, con las piernas del menor sobre las suyas mientras la contemplaba pelearse con un pistacho para conseguir quitar la cáscara cerrada.

Cuando lo partió, lo hizo enfadado.

—Vuelve a no responder el teléfono.

—No puedes controlarlo...

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora