Taesan parpadeó abriendo los ojos y, luego, volvió a cerrarlos con fuerza mientras el corazón parecía detenérsele durante unos segundos.
Leehan no estaba allí. No estaba.
Tomó aire y se tumbó boca arriba, intentando tranquilizarse. Ni siquiera sabía qué había esperado. Pero no aquello. O sí. Estaba tan confundido... Y las ideas vagaban por su cabeza desordenadas; tanto que, cuando intentó pensar en algún verso que lo tranquilizase, ningún poema le vino a la mente, como si estuviese en blanco, vacío. Hasta que escuchó la puerta y, de repente, las palabras entraron a borbotones y lo llenaron por dentro buscando huecos y esquinas en las que quedarse.
Leehan lo miró; su pecho subiendo y bajando al ritmo de la respiración tras la camiseta roja que se había puesto esa mañana. Llevaba en la mano un par de cafés y una bolsa de papel. Cerró la puerta a su espalda y avanzó hacia él.
—Pensé que te habías ido... —susurró Taesan.
—Solo a por el desayuno —aseguró mientras dejaba las cosas en la mesita de noche de madera y luego, se acercó a la cama en la que el pelinegro seguía sentado.
Se miraron en silencio y Taesan tembló cuando habló en voz baja.
—No quiero que me recuerdes como el chico que lanzaba zapatillas.
—Ni yo que me recuerdes como el idiota que siempre la cagaba.
Leehan cruzó el espacio que los separaba y sus labios se encontraron a medio camino. Taesan sintió un escalofrío trepando por su espalda cuando el castaño acogió sus mejillas con las dos manos y su respiración le rozó la piel. Y pensó que aquel, quizá, era el único beso de verdad que se habían dado. Porque el primero, el de la casa azul, había sido calor y deseo, una explosión inesperada. El segundo, en la terraza trasera frente al mar, fue tensión, enfado. Y el de la pasada noche estaba cargado de orgullo, de necesidad y desesperación.
Pero aquel, el beso que Leehan le estaba dando en esos momentos, era tan solo un beso sincero y lleno de cariño. Un beso con el que parecía querer conocer todos los recovecos de su boca, como si intentase aprenderse su sabor para llevárselo consigo.
Cuando se separaron, Taesan tenía la mirada nublada.
—Quiero disfrutar de este viaje.
—Yo también, Tae...
—Sin pensar —pidió contra su boca.
—Está bien. Sin pensar —repitió él.
Volvió a besarlo, porque sentía que necesitaba más de él, mucho más. Taesan se apretó contra él cuando el beso se volvió más profundo y Leehan tuvo que hacer un esfuerzo terrible para no tumbarlo sobre la cama y hacerlo suyo en ese mismo instante, porque llevaba tanto tiempo deseándolo... tantos días imaginándolo...
—Espera. Tranquilo —dijo, y posó un beso suave en su mejilla—. Ahora vamos a desayunar, tienes que comer algo. Nos hemos dormido y tenemos que salir de la habitación en menos de veinte minutos. Y luego... luego este viaje es nuestro.
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Blissful Madness | Gongfourz
FanfictionHan Taesan ha crecido en hogares de acogida y su pasado es como un lienzo en blanco. Sabe que es importante defender sus ideas, vivir al día y no aferrarse a las cosas, pero siente debilidad por «la casa azul», esa preciosa propiedad en la que años...