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La tensión, cargada de deseo, se enredó entre ellos cuando subieron al ascensor del hotel

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La tensión, cargada de deseo, se enredó entre ellos cuando subieron al ascensor del hotel. Leehan pulsó el botón del tercer piso y luego su mirada intensa atravesó la distancia que lo separaba de Taesan. Al notarlo tan cerca, sintió un escalofrío trepando lentamente por su espalda, que intentó disimular sonriendo.

—¿Estás pensando en lo divertido que es bailar sin música? —le preguntó.

—Ahora mismo solo puedo pensar en quitarte la ropa.

—Una mente limitada —apuntó Taesan.

—Muy muy limitada —reconoció él.

Las puertas del ascensor se abrieron y Taesan echó a correr entre risas por el largo pasillo enmoquetado. Leehan lo siguió. Lo acorraló delante de la puerta de su habitación y le dio un beso en la nuca mientras encajaba la tarjeta en la ranura y abría para que pudiesen entrar.

Cerró la puerta a su espalda sin hacer ruido, con una delicadeza que contrastaba con las pupilas dilatadas que oscurecían el brillo de sus ojos. Parados en medio de la estancia decorada en tonos grises y blancos, se miraron unos segundos sin decir nada hasta que los dos dieron un paso al frente y se encontraron a medio camino, respirando al compás.

Y entonces, Leehan lo besó con todas las ganas que había reprimido hasta entonces, llevándose un suspiro y su sabor y su aliento, buscando sus labios una y otra vez. 

El pelinegro jadeó sobre su boca y sus manos de inmediato fueron a perderse en ese río castaño de su cabello, sujetándose fuerte porque Taesan se fundió en ese beso que se hizo una necesidad. Y se rindió ahí, y así, ante esos labios que sabían de maravilla, ante esas manos que recorrían su cintura, apoyándose en Leehan como si fuera a caer, inconsciente de que ya lo estaba haciendo y no podía evitarlo.

Nunca antes había sentido algo así. Era como subir a lo alto de una montaña rusa y luego descender a toda velocidad. Y con cada curva, una sacudida. Con cada acelerón, un estremecimiento.

Taesan rodeó sus caderas con las piernas cuando Leehan lo levantó del suelo sin parar de besarlo y lo dejó delante de la cama. Alzó los brazos en alto y dejó que Taesan le subiera la camiseta para podérsela quitar por la cabeza y luego se quedó quieto mientras las manos del otro lo acariciaban, descendiendo con lentitud hasta la uve que se dibujaba sobre su pelvis y encontrando el botón de los vaqueros.

Se inclinó hacia Taesan para susurrarle al oído y le mordisqueó el lóbulo con suavidad.

—Gírate, Taesan. Date la vuelta.

De repente, fue como si algo se le atascase en la garganta y le costó tragar saliva. Lo miró inseguro. ¿Cómo decirle que no quería volver a sentir sus manos encima sin poder mirarlo? ¿Cómo hacerle ver que, hasta entonces, en todos sus encuentros él parecía haber evitado sus ojos? Se lamió los labios antes de hablar, consiguiendo que el corazón de Leehan se acelerase aún más.

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora