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23 años

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23 años...

Cerró la caja registradora tras despedirse de la señora Suryeon y apuntó en la libreta la última venta. Como en la tienda de antigüedades tenían objetos únicos e irrepetibles, solía ser complicado manejar el stock y él y Sunhee se informaban constantemente de lo que se había vendido para evitar confusiones.

Taesan sonrió cuando las campanillas de la puerta sonaron de nuevo y la señora Han entró en el establecimiento cargada con una caja de cartón. Salió de detrás del mostrador y se la quitó de las manos.

—¿Es la vajilla que pedimos? —preguntó.

—La misma. Espero que esté en buen estado.

—Eso parecía por las fotografías. —Tomó un cúter y abrió la caja. Los platos estaban embalados a la perfección, cada uno dentro de un plástico protector de burbujas. Taesan desenvolvió uno y lo alzó en alto—. ¡Es precioso!

Sunhee lo admiró con una sonrisa. La vajilla no tenía un gran valor por su antigüedad, sino porque estaba pintada a mano de una forma exquisita: las flores rosas y rojas en tonos pastel se entrelazaban en el borde superior del plato.

—Podríamos ponerlo en el escaparate —opinó ella—. Por cierto, ¿tú no tenías hoy que ocuparte de una de tus causas perdidas?

—¡Oh, Mierda! —exclamó.

—Esa boca, jovencito.

—¡Recórcholis! Casi se me olvida.

—No conduzcas rápido.

—No lo haré.

—Ni tampoco te metas en problemas.

—Lo intentaré —contestó mientras se apresuraba a recoger sus cosas.

Se sentía fatal por haber estado distraído en un día tan importante. Si los rumores eran ciertos, varios inspectores y socios de la constructora irían a evaluar los terrenos del proyecto Lynn y, por supuesto, él tenía que ir allí y convencerlos de que tirar abajo la casa azul y las propiedades colindantes para construir un montón de edificios simétricamente perfectos era un enorme e irreparable error.

—No sé a qué hora llegaré...

—No te preocupes. Yo me encargo.

—Gracias —repuso y le sonrió antes de salir a la calle.

Dejó su mochila en el asiento del copiloto y arrancó la vieja furgoneta Volkswagen de Sunhee. Era una de las pocas pertenencias que su marido le había dejado antes de abandonarlos a ella y a Yeon para irse con una mujer quince años más joven. Por eso Taesan había terminado bajo su techo: ahogada por las deudas y un negocio que no prosperaba. Sunhee pensó que convertirse en madre de acogida podría ser la pequeña ayuda económica que necesitaban. Lo que no imaginó fue que ese niño terco y flacucho de quince años acabaría colándose en su corazón y convirtiéndose en una parte fundamental de su familia.

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora