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Salió de allí a paso rápido, con la sensación de tener las piernas y el corazón entumecidos, como si el tiempo se hubiese paralizado mientras escuchaba la historia de su propia vida, esa que pensó que jamás llegaría a oír y de la que ni siquiera s...

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Salió de allí a paso rápido, con la sensación de tener las piernas y el corazón entumecidos, como si el tiempo se hubiese paralizado mientras escuchaba la historia de su propia vida, esa que pensó que jamás llegaría a oír y de la que ni siquiera sentía que formara parte. Taesan ya se había resignado a ello, estaba convencido de que nunca aliviaría su curiosidad y, en cierto momento, lo había aceptado, lo había digerido y sabía que podría ser feliz a pesar de ese vacío que lo rodeaba.

Y ahora, todo su mundo se tambaleaba...

Apenas había avanzado unos metros por la acera cuando vio el coche deportivo que estaba aparcado un poco más allá. Leehan salió de él y se acercó.

—¿Estás bien? Taesan, mírame.

—No quiero ni mirarte, Leehan.

Leehan se pasó una mano por el pelo.

—De acuerdo, entiendo que estés enfadado conmigo, pero todo esto ha sido complicado, y...

—Tú lo has hecho complicado —replicó—. Y no estoy enfadado, Leehan. Es peor, porque estoy decepcionado. Y una persona solo puede estar decepcionada con otra cuando ha cometido el error de esperar algo que nunca va a llegar. Como la confianza, por ejemplo. O el estar dispuesto a conocer a alguien sin llevar encima un puñado de prejuicios.—tragó saliva, angustiado.

Hacía mucho tiempo que no se sentía así. Habían pasado años desde la última vez que se vio a sí mismo tan perdido, confundido y dolido, por todo y por todos; ni siquiera sabía qué porción de ese desencanto le correspondía a quién.

Su voz suave lo acarició.

—Lo siento. De corazón.

Quizá fue por la mirada sincera o por los hombros llenos de tensión que esperaban una respuesta, pero Taesan aceptó su disculpa.

—Bien. Ya hablaremos.

—Espera. Deja que te lleve a casa.

—No, tomaré el tranvía, necesito...

—Estar solo, lo sé —dijo, terminando la frase por él—. Pero aún tienes la furgoneta aparcada delante de mi casa, no hay una combinación directa para llegar hasta ahí y estás cansado porque este día ha sido muy largo. Así que, por favor, solo sube al coche. No te preguntaré nada. Ni siquiera hablaré, si eso es lo que quieres.

En aquel momento, Taesan estuvo a punto de dejarse caer, de permitir que Leehan lo sostuviese y se hiciese cargo de la situación, porque, de algún modo, necesitaba compartir el peso de lo que estaba sintiendo con otra persona. Cerró los ojos, inspiró hondo y, al final, lo siguió hasta el coche. El castaño parecía satisfecho y, tal como había prometido, no dijo ni una palabra mientras conducía. Y una vez allí, lo acompañó hasta la puerta de la furgoneta.

—Ya sabes que, si necesitas algo, lo que sea, solo tienes que llamarme.

Taesan se encogió de hombros.

Blissful Madness | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora