"𝐃𝐞 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞𝐧𝐠𝐨 𝐦𝐢𝐞𝐝𝐨 𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐭𝐮 𝐦𝐢𝐞𝐝𝐨."
—𝐖𝐢𝐥𝐥𝐢𝐚𝐦 𝐒𝐡𝐚𝐤𝐞𝐬𝐩𝐞𝐚𝐫𝐞
Mi respiración errática se mezcla con quejidos mientras me aferro a sus hombros.
El ritmo inicial que yo misma había creado al subir a las piernas de Frey, había avanzado a algo que ya no podía sostener.
Me sentía apretada en extremo, pese al juego previo que habíamos tenido antes, cuando él había llegado a la habitación. Sin embargo, no lograba adaptarme.
De todas formas, sus dedos se habían comenzado a enterrar profundamente en la piel de mis muslos para ayudarme a subir cada vez que mis caderas caían hacia abajo.
A Frey no parecía serle suficiente, ya que soltó un gruñido insatisfecho cuando me detuve sin fuerzas. Al instante, sus manos me rodearon y tuve que ahogar un gemido cuando comenzó a controlar los movimientos.
Mis piernas resbalan a su alrededor, ya que carecía de cualquier tipo de apoyo, aparte de su agarre despiadado que me estrellaba una y otra vez contra su miembro.
No entendía el porqué de su arrebato, cuando hoy tan solo había entrado en la habitación después de que volviésemos del instituto y se había lanzado sobre mí.
Susurré su nombre sin aliento, sintiendo que sus embestidas se volvían más fuertes y violentas, a medida que se acercaba a su propia liberación.
Al cabo de unos segundos, Frey explotó dentro de mí, antes de retirarse de mi interior.
—Frey, no he...—me comencé a quejar lloriqueando, mientras sentía mi cuerpo débil y tembloroso.
Él tan solo se limitó a besar mi frente, para luego arrastrarnos al centro del colchón y dándome la vuelta para que mi espalda quedase pegada a su pecho.
—Ungeduldiges mädchen (niña impaciente)...—le escuché murmurar, mientras que sus dedos encontraban el camino para introducirse en mí.
Me arrepentí de haberme quejado, ya que estaba llena de sus fluidos y cuando Frey separó mis piernas, los mismos líquidos se deslizaron por el interior de mis muslos.
No pude evitar comenzar a jadear su nombre mientras comenzaba a bombear sus dedos dentro de mí, al mismo tiempo en el que su pulgar acariciaba mi clítoris: Tocándome hasta lograr que me llegase a mi liberación.
Solté un fuerte gemido seguido de su nombre, mientras mis pechos se elevaban bruscamente en busca de aire.
Mentiría si dijese que estos arrebatos no me gustaban.
Puedo sentir como pasaba uno de sus brazos alrededor de mi cintura, pegándome a su abdomen y suspiré, mientras comenzaba a trazar pequeñas formas en el dorso de su gran mano.
—Lo echaba de menos—confesé mientras notaba como comenzaba dejar un camino de húmedos besos por mi cuello.
Pude notar como esbozó una sonrisa sobre mi piel, para luego morderla causando que me sobresaltase.
—Debo irme a entrenar—le escuché decir, antes de separarse de mi cuerpo y levantarse de la cama—Cuando vuelva lo repetiremos.
Al instante noté la falta del calor de su cuerpo con el mío y le miré mientras se vestía.
—Cualquiera diría que ahora solo me usas para tener sexo y ya está—le dije juguetonamente, a lo que él dejó de vestirse y me miró.
Sus ojos azules se encontraban oscurecidos y sus mejillas levemente sonrojadas, por lo que acabábamos de hacer. Tan solo llevaba unos pantalones de chándal y su pelo se encontraba desordenado.