"𝐄𝐥 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐨𝐥𝐨𝐫 𝐞𝐬 𝐞𝐥 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐬𝐮𝐟𝐫𝐞 𝐬𝐢𝐧 𝐭𝐞𝐬𝐭𝐢𝐠𝐨𝐬."
—𝐌𝐚𝐫𝐜𝐨 𝐕𝐚𝐥𝐞𝐫𝐢𝐨 𝐌𝐚𝐫𝐜𝐢𝐚𝐥
Cuando entramos en el instituto, sentí todas las miradas puestas sobre nosotros.
Me sentí como si estuviese como pez fuera del agua; en mi anterior instituto nunca había sido de las más populares, pero eso nunca me había molestado. No me consideraba como una las personas a las cuales les gusta llamar la atención.
Sin embargo, ahora con todas esas personas observándonos, solo quería que la tierra me tragase.
Las chicas nos miraban a Kaia y a mí analizándonos de arriba a abajo y, en cambio, a Frey y Heist, les miraban con unas miradas que preferí ignorar.
En cambio, los chicos les miraban a ellos con curiosidad y a nosotras de la misma forma en que miraban a Heist y Frey, las chicas.
Respiré hondo y mientras nos dirigíamos a jefatura donde nos darían nuestro horario de clases, no pude hacer otra cosa que rezar para que este día acabase cuanto antes.
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—Creo que no lo ha entendido, no pienso separarme de ella en absolutamente ninguna clase—repitió con ira Frey a la mujer que nos había dado los horarios.
Al parecer, en las ocho asignaturas que íbamos a tener, tan solo coincidía con Frey en un par, lo cual no nos hizo gracia a ninguno de los dos.
—Señor Stein, yo no puedo hacer nada...—comenzó a decir la mujer acobardada contra él, y fue cuando decidí intervenir al ver como Frey apretó sus manos en dos puños.
Me levanté del sillón en el que estaba sentada y le sujeté de una de sus manos con cuidado para que me mirase a los ojos.
—Cariño, no pasa nada, está bien—le murmuré en voz baja para que la señora no nos escuchase.
Él me miró enfadado y tan solo se limitó a soltarse de mi débil agarre, para luego salir dando un portazo.
Suspiré tratando de no disgustarme y me dirigí a la que sería mi primera clase.
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El día no resultó tan desastroso, de hecho en la mayoría de las clases estuvimos haciendo los exámenes de prueba y tampoco hizo falta que nadie hablase con nadie.
A la salida, me dirigí al coche de Frey y me senté en el asiento del copiloto.
Él ni siquiera se inmutó ante mi presencia, se limitó a arrancar el coche y a comenzar a conducir en dirección a la casa.
Él no dijo nada, así que yo tampoco dije nada.
Estuvimos todo el camino en un sepulcral silencio y cuando apenas habíamos llegado a la casa y aparcado, me bajé dando un portazo del coche y me dirigí a la entrada de la casa, para entrar sin siquiera esperarle.
Subí a nuestra habitación y me encerré en el baño.
¿Cómo podía ser alguien tan borde y bipolar al mismo tiempo?