Parte 20

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Buenos Aires, lunes 26 de enero del 2009

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Buenos Aires, lunes 26 de enero del 2009

Asia

Llevo una semana de trabajo, me gusta mucho la empresa en la que estoy, no gano tanto pero para mantenernos creo que va alcanzar. Lo único malo, es que debo dejar solo a Pato, que está muy mal. Desde que se enteró del problema con el mánager, está decaído, y más porque ayer fue a tribunales. Las cosas terminaron peor, ahora no tiene trabajo, no puede tocar en ningún lado, le comieron la plata, en pocas palabras, perdió todo.

Está mañana, salí muy temprano cuando el aún dormía; ahora que me manejo en auto por mí cuenta, soy más independiente. Luego del laburo, pase por una panadería para comprar una torta, hoy es el cumple de Pato y quiero darle una sorpresa. Está noche vendrán sus familiares y amigos, haré unas pizzas caseras, que considero lo más barato.

—¡Feliz cumple bonito! —me siento a su lado y le abrazo.

—Gracias bombón —suspira—. No estoy muy contento de cumplir años... pero me encantó el detalle que me dejaste.

Antes de ir a trabajar, le deje sobre la mesa unas coca colas light (como le gustan a él) formando un corazón y dentro, escribí: Feliz cumple con chicles. Además le dejé dos sandwich de miga para que desayuné y coloque en el cuarto un cartel que decía te quiero Patito, para que lo vea apenas despertara.

Sonríe. —Te entiendo, pero yo haré que tu día mejore. Ahora voy a prepárate algo rico para que almorcemos, pero antes me voy a cambiar.

En cada cumpleaños, desde que conozco a Pato, le hecho detalles. Solía ir temprano a su casa para pasar el día junto a él, organizaba el desayuno, almuerzo, alguna salida y le llevaba algún regalo hecho a mano. Con los años fui haciendo mejores cosas o detalles más tierno, esto debido a que fuimos aumentando nuestra ternura con el paso del tiempo.

«Pasado»

El comienzo de nuestra amistad tierna se dio luego de dos años de conocernos. Luego de que lo expulsaran, nos cambiamos de colegio. Con Pato elegimos ir al mismo que se cambiaría Mariana. Ella hacía tiempo me había dicho que ya tenía un colegio en mente para el año siguiente, porque no toleraba a los compañeros de la escuela anterior. Los amigos de Pato, que actuaban como una entidad, decidieron también cambiarse con él.

El colegio quedaba en Don Torcuato, por lo que Pato llegaba antes que yo. Se me hizo costumbre que cada mañana al llegar, me abalanzara para abrazarlo. A él se le hizo rutina tomar mí mano cuando caminábamos juntos. También empezamos a darnos caricias sin motivo alguno, por ejemplo a veces, en el recreo, el aparecía de repente, sentándose a mí lado. Yo siempre estaba con Mariana, hablando, entonces Pato para no interrumpir, se acomodaba en silencio y comenzaba acariciar mí espalda o manos. Otras veces me abrazaba o clavaba un beso en la mejilla.

Cuando nos juntabamos de tarde, nos tiramos en la cama o sofá abrazados. Nos volvimos dependientes de las caricias mientras charlamos. Lo mejor de todo era que Pato, ya no quería conquistar chicas, solo tenía amores fugaces y yo era la única que recibia su afecto. En ese momento no me importaba eso, pero si me alegraba que al fin tenía a quien darle mí cariño que reprimí tanto tiempo; y también tenía quien me lo de como tanto lo necesitaba.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora