Parte 39

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Buenos Aires, sábado 4 de abril 2009

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Buenos Aires, sábado 4 de abril 2009

Patricio

Durante estos últimos días tuve mucho trabajo de clases online. Estoy cansado, pero feliz porque gracias a eso, Asia pudo volver a sus terapias con el psicólogo y psiquiatra. Solo falta que vuelva con el medico, pero lo más importante ya esta. 

La primera clase estuve muy nervioso, como si fuera que no tocara la guitarra hace años. Me temblaba el cuerpo y mi respieración se agitaba más, a medida que llegaba la hora. Tuve por suerte, varios alumnos y alumnas, con los cuales tambien me tomé el tiempo de charlar un poco, poque son fans de mi banda. 

Estoy preparando el bolso, porque la abuela de Asia, nos invitó a pasar el fin de semana en su estancia en Entre Ríos. Hace años que Asia no va, pero recuerdo lo mucho que disfrutaba esos días allí en su adolescencia.

Ya con todo listo, subimos al auto para buscar a su abuela y tía, y luego partimos rumbo a la estancia. Durante mucho tiempo, los fines de semana familiares eran un misterio para mí, hasta que por fin me invitó a acompañarla. En ese entonces, Asia prefería mantener separadas las cosas de la familia y de la pareja, pero con el tiempo cambió.

Todo comenzó cuando nos cambiamos al último colegio, en Nordelta. Sus padres lo eligieron para que quedara más cerca, y yo, por supuesto, también me cambié para ir con ella. En ese colegio, hicimos nuevas amistades y empezamos a ir a algunas fiestas, aunque los recitales solían ocupar la mayoría de nuestros fines de semana. Los viernes que íbamos a alguna fiesta, yo me quedaba a dormir en su casa, y el sábado partíamos temprano hacia la estancia.

<<Pasado>>

Durante las vacaciones, Asia, se había ido Francia para visitar a su familia paterna. Estuvo un mes allá, luego volvió, y me invitó a viajar junto a ella dos semanas a Pelluhue, Chile. Fueron mis mejores vacaciones en la playa, no imaginaba por esos años ir tan lejos. Lo mejor de todo era que compartí esos días con Asia: la tenía conmigo las veinticuatro horas del día. Habíamos quedado en una casa con vista a la playa, dormíamos juntos y pasábamos desde la mañana hasta la noche en el agua o arena, sino es que íbamos a algún lugar a comer. Tras este viaje, volvimos y ella de nuevo se fue de viaje con su abuela y padres a la isla Mauricio. La volví a ver, el primer día de clases.

Había pasado a penas una semana, y ya era amigo de los chicos de ese colegio, uno de ellos, ya tenía fama de hacer las mejores fiestas. El primer jueves de clases, anunció que se vendría la primer fiesta del año.

—¿Puedo ir a una fiesta? —preguntaba Asia a su madre mientras almorzábamos—. Es hoy, Pato va ir.

—Sí, y me comprometo a cuidar de Asia —aseguré mirando a mi suegra.

—No sé cariño, no conozco al que hace la fiesta. Además mañana tenemos que ir a la estancia —anunció Claudia, con dulzura.

Claudia siempre había sido protectora, y era claro que le costaba dejar que Asia tomara sus propias decisiones. No era solo el hecho de que quisiera saber quién organizaba la fiesta, sino que necesitaba asegurarse de que su hija estuviera bien. La dulzura en su voz muchas veces enmascaraba lo difícil que le resultaba dejarla volar libre. Aunque actuara indecisa, Asia y yo sabíamos que al final diría que sí, pero siempre debía meditar todo.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora