Parte 28

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Buenos Aires, jueves 26 de febrero del 2009

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Buenos Aires, jueves 26 de febrero del 2009

Asia

Me retire del trabajo lo más rápido que pude. Pato, me acaba de llamar para avisar que mí abuela empeoró y que pasaría a buscarme.

Acabamos de llegar al hospital, veo a mí tía Patricia, y mí tío Fausto, con sus ojos enrojecidos de tanto llorar. Ambos me clavan la mirada como si fuera que mí presencia pudiera cambiar algo de esta triste situación. Pero lo único que sale de mí es un respiro agitado como si fuera a quedar sin aire.

—¿Que paso? —digo con mí voz quebrada.

—Acaba de avisar un médico que está perdiendo mucha sangre, se le cortó una vena al parecer, pero no logran encontrar la ruptura —explica mí tía llorando.

Sin saber que responder, decido refugiarme en los brazos de mí amado. Pato, me envuelve con dulzura, tratando de calmarme, pero es imposible. No dejo de pensar por qué le tiene que pasar esto a mí abuela. Las lágrimas caen sin control, mojando la remera de Pato.

—¡No la quiero perder, Patito! —susurro aferrandome a él, como si en sus brazos pudiera encontrar un consuelo.

—Bombón de mí vida —dice Pato, tratando de que lo mire a los ojos—. Va estar todo bien, es cuestión de tiempo.

Miro a mí costado a mis tíos, ambos están igual de rotos que yo. A mí tío Fausto se lo notaba muy impaciente, movía sus manos sin parar.

—¡Hace dos horas están ahí adentro, que tanto tardan! —mi tío Fausto, se queja alterado.

Y cómo no hay tormentas sin rayos, llego mí mamá, que con sus gritos desesperados hizo notar su presencia. Lejos de importarle que está en un hospital, grita de manera desmedida.

—¿Que paso con nuestra madre? —pregunta mí mamá como por quita vez.

Mí tía vuelve a explicar lo que me dijo a mi.  Mi corazón late tan fuerte que siento que hasta Pato lo puede escuchar.

★★★

Desde que llegó mí mamá, siento como si su presencia hubiera puesto el ambiente más tenso. Por lo menos tuvo la decencia de no ponerse a discutir conmigo, a penas si me miró y se dirigió a un lugar apartado de mí. Por mí parte, evite mirarla, preferí resguardarme en el abrazo de Pato, sin observar mí alrededor.

El olor a desinfectante inunda la sala, mezclándose con mis sentimientos de incertidumbre y bronca. Gran parte de mí, siente enojo por no poder estar abrazada a mí mamá, deberíamos darnos consuelo mutuo. Pero ella no puede ni mirarme a los ojos, porque eso la delataría el odio que me guarda en su corazón.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora