parte 5

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Buenos aires, sábado 6 de diciembre del 2008

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Buenos aires, sábado 6 de diciembre del 2008

Patricio

Después del cumple de ayer, volvimos directo a dormir con Asia. Acabo de despertar, por el sol que entra en la ventana que da a nuestro patio. La observo que está acostada boca arriba, con una mirada pensativa y un cuerpo inmóvil.

—¡Buen día bombón! —saludo dulce y beso su mejilla. Ella voltea en la cama en dirección a mí.

—¿Qué pasa que te levantaste dulce? —comenta pensativa.

—Vos me pones así —sonrió dulce—. ¿Queres que vayamos a desayunar en tu lugar favorito?

—Me levanté adolorida, pero si para el almuerzo estoy mejor, comemos afuera —sonríe y me clava un beso en la mejilla—. ¡Perdón!

—No te disculpes, desayunamos acá tranqui.

Hay un lugar que es el favorito de Asia, para desayunar. De vez en cuando solemos ir, aunque cada vez menos.

Para mí verla a ella apagarse de a poco, dejando atrás tantas cosas que antes hacía siempre, es muy frustrante. Asia, se caracterizaba por su alegría, pero hoy solo puedo ver amargura en su mirada.
A veces por las noches la escucho llorar, pidiéndole al cielo una tregua a tanto dolor,  rogando que al fin todo acabe. Yo también lloro en silencio, porque no puedo salvarla, así como no pude evitar lo que le pasó. Daría mí vida por cambiar la suya; ella se merece el universo pero solo recibe sufrimiento.

Termine de limpiar la cocina y prepare un café, junto con unas tostadas y miel, quiero darle un rico desayuno a Asia

—¿Me das un abrazo? —Escucho la voz de Asia detrás mío.

Volteo a verla y me encuentro con rostro muy triste. Sus ojos me miran fijo y suplican de mí abrazo. Cada vez que la veo así, no puedo evitar sentir deseos de llorar. Quisiera tener el poder de arreglarle la vida, de con un abrazo sanar todas sus heridas y que mis besos la ayuden a olvidar lo que le hace mal.

—Obvio, pero ¿qué paso? —pregunto dulce mientras la envuelvo en mis brazos.

—Estoy cansada y quiero saber si tu abrazo es suficiente motivo para quedarme. Tal vez no te quiera soltar —dice y se aferra más a mí.

—Ay bombón, me vas hacer llorar.

Sus palabras me generan una angustia, no se que responder, que decirle para consolarla. Por eso solo me limito a darle un abrazo que la convenza de no querer separarse de mi. Poso mis manos en su cintura y la aprieto contra mí pecho con suavidad para no lastimarla.

—No te quiero soltar, pero no puedo más Pato, me duele el alma de tanto luchar —explica y se larga a llorar.

—Pensa en lo que dijo el médico, tenes muchas chances de mejorar, es cuestión de tiempo —beso su coronilla y mientras le sigo abrazando.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora