parte 37

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Buenos Aires, martes 24 de marzo del 2009

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Buenos Aires, martes 24 de marzo del 2009

Patricio

La noche de ayer fue tan caótica pero aliviadora. Cuando mi hermano me obligó a salir a un bar, lo que menos pensé, es que sería el destino tratando de unirnos.

Al ver a Asia tan vulnerable, ahogando sus penas en alcohol, supe que estaba peor de lo que se le notaba. Ella jamás hizo algo así, siempre fue muy medida con la bebida.

Sentía una confusión entre mis ganas de protegerla y el miedo a lastimarme. No quería actuar  cediendo fácil.

Entre dudas, tuve una única certeza y es que, yo prometí que no volvería a pasar algo como lo de aquella noche. En su estado, podría haberle pasado cualquier cosa, por eso decidí al menos traerla a su casa.

Asia me pidió que me quedé y algo en mí se iluminó. Pero al recordar su estado, pensé que no valdría la pena quedarme, porque eso no aseguraría que volviéramos. Decidí irme de manera fría, pero al llegar al auto donde me esperaba Guido, algo en mi corazón me dijo que no podía hacerle esto. Recordé nuestras promesas, no podía fallarle. Al final, le propuse a Guido de quedarnos a pasar la noche acá, y menos mal, porque al regresar todo mejoró.

Las palabras de perdón por parte de Asia, hicieron que encuentre cierto alivio a tantos días de sufrimiento.  Sé que tenemos un montón que mejorar como pareja, y aunque llevara tiempo, al menos sé que ambos estamos dispuesto a poner todo de nosotros.  

—¿Te desperté? —consulto al ver qué habré los ojos y ella niega con la cabeza—. ¿Querés que hablemos ahora?

—Sí —hace una pausa y aclara la voz—. Quiero que sepas que me acuerdo de toda la charla de ayer y nada de lo que dije fue mentira.   

Sus palabras se notan muy sinceras. Si hay algo que amo mucho de Asia, es su forma de expresarse cuando quiere arreglar las cosas. Sabe ser clara, escuchar y siempre pide perdón cuando se equivoca. Es muy acertada nuestra comunicación, cuando no estamos necios en boludeces.

—¿Por qué lo hiciste? No terminé de entender —expreso, confundido.

—Me frustré por no poder ser recíproca con vos. Me dolía no estar a tu altura para mantener la casa. Y creí que por eso merecías alguien a tu altura —explica y hace una mueca.

Si no lo digo ahora, ya no lo haré más. Quiero que sepa el porqué la elegí siempre, cuales son las razones para considerar que ella es lo mejor y que no necesito a nadie más.  

—Asia, perdóname —digo nervioso y hago una pausa—.  Nunca te hice saber por qué me pareces perfecta. En todos estos años juntos, vos siempre tuviste la misma esencia —aclaro recordando el consejo de mi mamá—. Siempre fuiste buena, leal, compañera, dulce, sincera. Tu personalidad es la misma de la que me enamoré.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora