Una noche basto para que la perfecta vida de Asia se convierta en un completo infierno. Ahora, ¿cómo seguir tras perder todo?, solo queda aguantar.
Entre medio de tanto caos su relación con Patricio, busca resurgir como una flor marchita, intentand...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Buenos Aires, sábado 21 de marzo del 2009
Asia
Ya paso una semana desde que decidí cortar con Pato; sin embargo, todavía duele como el primer día. El tiempo no ha hecho su trabajo de curarme, al contrario, ha pasado más lento, dándome lugar a pensar más en lo que ocurrió. Acabo de despertar de una siesta larga. Es la única manera de inhibir mis pensamientos, aunque sea un par de horas. Nunca pensé tener que buscar la forma de desarraigarme de todo lo vivido, mucho menos caer ante técnicas que me ayuden a lograrlo al menos un rato.
Camino por la cocina inquieta, mientras observo la botella de tequila que reposa en la mesada de la cocina. Desde aquella noche en que Tina trajo la botella, le agarré el gusto. Ahora bebo todos los días, aunque con moderación por el trabajo. El dolor sigue palpitando en mi pecho, tan presente que necesito ahogarlo de alguna forma. No quiero depender de este líquido para olvidar, pero su promesa de alivio es tentadora. El reflejo en el cristal de la botella me mira de vuelta, y desde que desperté, he estado debatiendo si debería beber o resistir.
Suspiro con fuerza. —Solo un trago — comento acercándome hacia la botella, cada paso me acerca a mi condena.
Hace mucho tiempo, había determinado no volver a tomar alcohol, porque todos decían que fue la causante mi trágica noche. Apenas un vaso bastó para que así lo consideraran mis padres. Con mis manos temblorosas, aun dudando de lo que haré, tomo la botella sintiendo el olor agave del líquido. Respiro hondo recostándome contra la mesada; los recuerdos cocinando o curtiendo junto a Pato, me dan el impulso que me faltaba para dar el primer sorbo.
El primer trago, quema mi garganta y me produce un choque eléctrico, es tan fuerte su sabor, así como adictivo. Las lágrimas que comienzan a brotar de mis ojos, se entremezclan con el tequila. Siento mi pecho perforarse por la angustia, no sé cuantas botellas necesitaré para borrar tantos recuerdos. Cada sorbo es como una bocanada de aire para la marea que arrastro en mi corazón. Puedo sentir como de a poco el líquido ámbar hace efecto en mí, volviendo mi alrededor borroso y mis pensamientos más confusos.
—Y siempre voy a preferir romperme a mí para salvarte a vos —pronuncio mientras camino a pasos torpes hacia la radio para colocar un disco.
Reviso entre los distintos discos que tengo, al final decido colocar "nadie sabe donde", de Iván Noble. Lo pongo en la radio, comienzo a moverme al ritmo de las canciones, mientras bebo del pico de mi botella.
Bailo muy torpe al ritmo de "como el cangrejo", moviendo mis pies y mis manos sin seguir un compás, solo sintiendo, sin importarme si lo hago bien o mal. Grito la letra de la canción de a ratos, y en otros pego un sorbo al pico de la botella. Mientras, me sumerjo en un estado de placer, nublando con el alcohol mis pensamientos. La música retumba en mis oídos, cada paso, es una liberación del caos que llevo dentro.