Parte 26

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Buenos Aires, lunes 15 de febrero del 2009

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Buenos Aires, lunes 15 de febrero del 2009

Asia

Estuvimos una hora visitando a mí abuela, pero llego el momento de irnos y dejarla descansar. Tengo una mezcla de emociones por toda esta situación, por un lado estoy tan feliz de volverla a ver, peo por el otro me abruma pensar que pronto puede irse. No quiero quedarme con lo que no fue: con las palabras guardadas y los momentos perdidos. Este tiempo, quiero disfrutar de su compañía, vivirlo como si cada día fuera el ultimo. Ojalá pueda expresarle todo lo que siento, y vea que la quiero de verdad.

Recuerdos se asoman en mí memoria, momentos de felicidad, enseñanza, tristezas. He compartido tanto con ella, era mí compañera de domingos de té en el jardin, de sábados escuchando tango. Lo más bello es que en cada situación, aprendía algo nuevo.

Cuando era niña, iba a casa de mí abuela, después del colegio. Mí tía Patricia, en sus visitas me enseñaba a tocar el piano. Ella era sobresaliente, tenía unos movimientos en sus manos difícil de evitar.

Recuerdo que una de esas tantas tardes, me encontraba tomando el té junto a mí abuela en su jardín. Esa vez, yo estaba frustrada por no lograr tocar el piano como mí tía.  Mí abuela, tratando de calmar mí frustración, me aconsejaba con su sabiduría. Con su dulce voz decía: "Para aprender es necesario equivocarse, cada error nos acerca al camino correcto. Porque entre tantos errores podemos descubrir cosas grandiosas. Nadie ha sido perfecto al comienzo, son los años y la perseverancia que te llevan a ese lugar.

—Abuela, ya tengo que irme, el médico dijo que necesitas descansar —informo levantándome de la silla.

—Quería Asia, ha sido tan grato tener tu visita. Me ha alegrado verlos a ambos y deseo que toda la prosperidad llegue a ustedes para que siga floreciendo su amor.

—Gracias Margaritte, nosotros estamos feliz de volverla a ver —menciona Pato—. Y no me quedan dudas que esté amor seguirá floreciendo.

Mi abuela le tiene gran aprecio a Pato, desde que éramos mejores amigos, yo lo llevaba algunas veces a casa de mi abuela, en las épocas en la estábamos organizando mis quinces. Hacíamos reuniones en su casa con un té de por medio, allí participaba él, que me ayudaba a elegir canciones, decoraciones, ideas de entretenimiento y también practicábamos la performance de golondrina. Ella era nuestra espectadora y critica, ya que, yo quería que la presentación fuera profesional, no solo un disfrute.      

—A mí tampoco. He observado como haz emprendido una notable carrera musical y me ha sorprendido como haz esperado a Asia, preservando tu amor. Eso es admirable, no cabe duda que se adoran de verdad —comenta dulce mí abuela.

—Esta tarde te prometo volver. No te vas a librar tan fácil de mí —me acerco a darle un fuerte abrazo—. Te quiero mucho, todos los días miro al cielo y agradezco tu presencia en mí vida.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora