parte 31

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Buenos Aires, miércoles 11 de marzo del 2009

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Buenos Aires, miércoles 11 de marzo del 2009

Patricio

Cuando salí de esa casa, e iba manejando hacia lo de mis papás, la voz en eco de Asia, me atormentaba la cabeza. A medida que me iba alejando, sentía como el aire pesaba cada vez más, y mi corazón se trituraba con latidos como un susurro. Estoy vacío, sumergido en las profundidades de su desamor, atrapado entre recuerdos que no olvido.

La decisión de Asia, de terminar con nuestra relación, es como una flecha en el corazón, que me desangra de a poco. Me dejó cuando más la necesitaba, llevándose la promesa de hace meses atrás. Su adiós fue como un acorde desafinado, un silencio que resonaba en mi oído.

¿Por qué tuviste que acabar con seis años de relación?, no tenías que romper mi corazón de esta manera. Lamento que hayas decidido que no me querés más en tu vida, cuando aún yo te imagino en el final de la mía. No puedo soltarte, y como un náufrago entre la niebla aferrado a un trozo de madera, me aferro a los recuerdos, mientras navego en tu ausencia.

Fue difícil manejar hasta aquí, de a ratos me detenía porque se me nublaba la vista por mis ganas de llorar. Pasamos de ser todo a nada, en cuestión de segundos, sin que tuviera la oportunidad de darme cuenta. Al menos así hubiera resguardado mis sentimientos o me hubiera resignado mucho antes.

—¡Hijo! —dice mi mamá dulce al abrir la puerta y verme.

—Hola ma —digo aferrándome a sus brazos.

Nunca necesité un abrazo suyo, pero cuando el dolor es tan grande pareciera que la única solución es sentir que al menos tenés un lugar en los brazos de alguien. Que no estás solo.

Mi mamá observa la maleta que llevo en mano y me mira con su rostro confundido. —¿Y esa maleta?

—Asia me dejó ma... No tenía a dónde más ir.

—Ay corazón, acá siempre vas a tener un lugar. Ya sabes que está tu hermano también parando —menciona dulce y me da lugar para pasar.

Me dirige hacia el cuarto en el que está quedando Guido. Ese antes era mi cuarto, es el único que quedó, ya que los otros dos fueron echados para agrandar espacios.

Me tiro en la cama y veo a Guido que está en la otra tirado. Me mira confundido, pero no omite palabras; no somos de contarnos nuestras cosas y menos meternos en la vida del otro, así que no va a preguntar nada.

—¡Asia me dejó! Fin —digo sin ánimos—. Ahora quiero dormir.

Son las seis de la tarde, pero es la única manera en la que no voy a pensar en todo esto que me está pasando.

Es todo muy confuso, el desamor y ruptura de hoy se entremezcla con los recuerdos del pasado, en el que me decidía a pedirle que fuera mi novia.

«Pasado»

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora