Parte 40

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Buenos Aires, domingo 5 de abril del 2009

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Buenos Aires, domingo 5 de abril del 2009

Asia

Ayer fue uno de los mejores días que he tenido en mucho tiempo. Extrañaba esos fines de semana familiares, donde todo parecía en equilibrio. Estar aquí, rodeada de mi familia, me devolvió la sensación de aquellos momentos felices antes de que todo cambiara. Pero ahora es momento de volver a casa. Son las ocho de la mañana, acabamos de terminar el desayuno.

Mi abuela, como siempre, se encargó de que hubiera algo para todos: pidió un té aromático, croissants recién horneados, un omelette de espárragos y queso, macarons y jugo de naranja. Nunca falta su toque elegante y ese detalle de incluir opciones variadas, siempre pensando en lo que a cada uno nos gusta.

Mientras recogíamos nuestras cosas, Pato mencionó que se había quedado con ganas de cocina. Así que invitamos a mi abuela y a mi tía Patricia a almorzar en nuestra casa. Mi abuela parecía encantada con la idea de conocer el lugar donde Pato y yo estamos construyendo nuestra vida juntos. En el viaje de vuelta, fui de copiloto, cebando mates, mientras charlábamos sobre la comida que nos esperaba y ponía algo de rock de fondo con los discos que llevamos siempre en el auto.

—Oh, que casa más bonita mi petite fille —manifiesta mi abuela al ingresar—. El joven Pato y tu han sabido construir un hogar agradable.

—Gracias abuela, pasen y acomódense, Pato va hacer unos ñoquis increíbles.

—No sabia que Pato, tenia habilidades culinarias —menciona mi abuela mientras se acomoda en el sofá.

—Sí, le viene de familia. Su abuela y su madre son expertas en la cocina. Creo que no heredó solo la habilidad, sino también el gusto por hacer platos increíbles —añado, con un tono dulce.

Mientras Pato, se encargaba de la comida, yo le hice a mi abuela un tour por la casa. Ella estaba maravillada con cada habitación, le ponía muy alegre saber que he podido tener mi hogar propio y que este en tan buen estado: con habitaciones completas y gran espacio.

—Oh Asia, ¿aquí es donde practicas tus dotes musícales? —pregunta al ver la sala de ensayo.

—Si abuela —miento con cierto dolor—. Con Pato, compartimos esta habitación donde cada uno practica lo suyo. 

Ninguno de los instrumentos son míos, son todos de Pato. Los que tenía, me vi en obligación de vender cuando aún vivía con mis padres, ya que, tenía prioridades de gasto, y ellos no me daban nada de plata. No podía trabajar porque no me permitían salir. De todos modos, vale decir, que ya no los tocaba, desde los diecisiete que no canto ni toco el piano.

Después del recorrido, voy a ayudar a Pato con los toques finales de la comida. Él siempre ha sido rápido en la cocina, y antes de las dos ya estábamos sentados alrededor de la mesa. Mi abuela y mi tía no pararon de halagar los ñoquis.

—Estos ñoquis están deliciosos, Patricio. Casi como los que hacía la cocinera cuando éramos jóvenes —comentó mi abuela, con una leve nostalgia en sus ojos, mientras Patricia asentía sonriente.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora