Parte 9

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Buenos aires, lunes, 8 de diciembre del 2008

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Buenos aires, lunes, 8 de diciembre del 2008

Patricio

 Después de perderla de vista, tras cruzar la puerta de nuestra casa, empecé a sentir cómo todo se sumía en una oscuridad gradual hasta terminar en un túnel negro. De repente, me encontraba patinando porque las habitaciones se volvieron heladas, víctimas de su ausencia. Miraba a mi alrededor mientras daba vueltas en círculos, intentando comprender por qué tomó la decisión de irse, de alejarse por un tiempo.
¿Acaso ella imagina una vida sin mi presencia? Yo creo que, si no está conmigo, ya nada tiene sentido. Es como encontrarme en lo más profundo de un océano donde no llega la luz. La casa se ve tan vacía sin su risa, sus gritos; necesito el olor de su perfume, su reflejo en el espejo. Pasé la tarde esperando a que entrara por esa puerta y me dijera que me amaba y que no podía imaginar un futuro en el que yo no estuviera a su lado, pero nada de eso ocurrió.

Cayó la noche, y yo seguía en el suelo, llorando. El tiempo transcurrido fue una tortura; la realidad se hizo presente y debía enfrentarla. Ella no volvería, al menos no ese día.

***

No tuve más opción que ir a dormir a casa de mi hermano, Guido; no podía soportar un segundo más en mi hogar. Toda la noche la pasé con la única consolación de su pulsera, esa que me promete que ella algún día regresará, al menos para buscarla y decirme que todo ha terminado.

Acabo de despertar para desayunar con Guido, él compro facturas y preparo café para ambos. Nos debemos una charla porque ayer no le dije nada de lo de Asia.

—Asia, me pidió un tiempo —confieso de golpe evitando el contacto visual.

— ¿Qué?, ¿por qué? —pregunta Guido exaltado. Estuve a punto de hacer que se atragante con las facturas.

— No te conté nada... Ya van tres embarazos perdidos. Asia, piensa que tal vez necesito otra novia que si me pueda dar hijos.

Mi tono de voz es apagado, mi rostro esta demacrado. No dejo de revolver mi café, creyendo que de ese modo podre calmar mis nervios.

Guido mira con confusión. —¿Pero vos querías ser papá o como?

—No, pero uno se ilusiona con la noticia. Esta vez fue peor, Asia, termino en el hospital con riesgos de muerte por el sangrado —explico y luego bebo un poco del café.

— Un bajón lo que pasaron —hace una pausa—... ¿Te corrió de la casa y viniste acá?

—Ella se fue a Rio negro, pero mi casa es muy triste si no esta ella. Vine porque no podía soportar querer buscarla y no encontrarla.

Suspire al recordar la angustia que sentí la tarde anterior mientras aun tenia esperanzas de que volviera. Estaba como un estúpido con la mirada fija en la puerta.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora