Parte 16

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Buenos aires, miércoles 24 de diciembre del 2008

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Buenos aires, miércoles 24 de diciembre del 2008

Asia

Hace tiempo que le perdí ganas a las fiestas. Me trae recuerdos familiares, cuando íbamos de viaje con mis padres o hacíamos algo grande en mi casa y venían todo mis parientes maternos. Había ciertas tradiciones que respetábamos: preparábamos galletas, colgábamos calcetines con dulces, elegíamos un color de vestimenta. Cenábamos sándwich de miga y empanada como entrada, de plato principal pavo con ensalada, luego de postre (después del brindis) budín, pan dulce, galletas de chocolate, ensalada de frutas y cheesecake. A la hora de brindar, todos pedían sus deseos en voz alta, posterior a ello cantábamos y bailábamos, hasta tardes horas.

Termino de colocar la bandeja de galletas en el horno, me siento en la cocina; pase la tarde cocinando y ahora mi cuerpo me pasa factura. Es horrible que ante los mínimos esfuerzos que hago, ya me agarren fuertes dolores.

—¿Falta hacer algo? —pregunta Pato, que esta viniendo del jardín.

—Las pizzas, eso te lo dejo a vos que es tu especialidad. Yo ya me encargue de la ensalada de frutas, el budín y las galletas.

—Yo termine con la limpieza del patio, ahora veo si ya esta la masa de la pizza —explica Pato—. Si queres ir a bañarte, yo controlo la comida del horno.

 —Bueno, me voy a bañar y alistar.

Aproveche que tenía tiempo y me tiré en la bañera a darme un baño largo, mientras escuchaba canciones melódicas. Luego de del baño y lavarme la cabeza, salí hacía el cuarto para cambiarme. Estoy con una toalla envuelta, revolviendo mi ropero.

—¿Ya terminaste de usar el baño? —consulta Pato, entrando al cuarto. Yo asiento—. Si te digo lo que pienso en este momento, me vas a matar.

—¿Que? —digo confundida mientras volteo para verle fijo.

Por su cara de pícaro, intuyo lo que debe pensar, pero no tengo ganas de nada sexual.

—Tengo unas ganas de mandar a la mierda esa toalla —rio y luego le miro sería.

—Ni se te ocurra Sardelli. Me duele todo el cuerpo, a excepción de las piernas, que es con lo que te voy a golpear si me pones un dedo encima —menciono mirándole sería.

Pega una carcajada. —No me arriesgaría a tocarte sin antes pedirte permiso, no solo por respeto, también por miedo —Se acerca hacía donde estoy, parándose frente a mí—. Solo quiero un beso, porque hoy no me diste ninguno.

Le doy un corto pero dulce beso. Él sonríe satisfecho y se retira a bañarse. Yo sigo eligiendo mí ropa.

Tardé mucho en decidir, pero encontré un viejo vestido camisero largo de gasa, con mangas ¾ en color bordo. Es suelto, tiene volados en las puntas y algunas partes con encaje.

Todo lo que fue ➞ Patricio Sardelli - AirbagDonde viven las historias. Descúbrelo ahora