Apreté la mandíbula cuando cerró el collar de perro en mi cuello, llevaba una cadena extensa por la que él me agarraba mientras gateaba por la recepción, todos me veían, sonreían o carcajeaban, muchos murmuraban y otros se limitaban a mirar en silencio. Era tan vergonzoso eso, sin hablar de la mini braga que me había dado la señorita Wasler cuando tuve que ir a esa reunión, estaba segura que tenían una vista perfecta de mi zona íntima.
Cuando salimos de la recepción y llegamos al pavimento las piedras pequeñas se incrustaban en mis manos y rodillas, tuve que cruzar la calle gateando hasta que llegamos al auto. Me levanté cuando tiro de la cadena y con la misma amarró mis muñecas en mi espalda, un movimiento en falso y me iba a ahorcar.
Tome asiento en la parte trasera del auto, cerraron la puerta y llego un hombre deteniendo a Bastian, era el mismo de ojos azules tenían ese parecido en el tono de piel y de cabello.
— No hay ningún apartamento registrado con el nombre de Martín. —dice.
— ¿Te aseguraste?
— Si. A excepción del apartamento de la chica, la dueña dice que la transacción de la compra la hizo un Martín Fletcher. Nos engaño, Bastian.
El golpe que le clava al vidrio me asusta, abre la puerta de golpe y comienza a agarrarme, vuelvo a gritar e intento defenderme con las patadas pero aún así logra agarrar mi pie y tirar de él para sacarme del auto, las rodillas impactan contra el piso.
— ¿Creíste que podías engañarnos? —gruñe el otro hombre, escupe hacia mi cuerpo y su saliva recorre mis muslos.
Me trago la sensación de asquerosidad y observó a Bastian quién está mirando la escena totalmente serio.
— No le mentí, señor... Le dije la verdad. —susurre repleta del miedo. Él no me responde, solo me observa. — Le juro que mi hermano vive en esa zona, su apartamento es el 335, el lugar no está a nombre de él si no de su novia...
Bastian le hace una seña al hombre para que se vaya, sus dedos agarran mi mandíbula y me levanta del suelo, aún así hay mucha diferencia de tamaño, me levanto en las puntillas de mis pies cuando sigue tirando para acercarme a su rostro. Observó sus labios antes de volver a mirar sus ojos.
— ¿Qué tan repugnante eres cómo para entregar a tu propio hermano?
No contesto, los ojos se me llenan de lágrimas al recordar a esa niña pequeña y la carpeta que leí. Sus pasó avanzan hasta recostarme del auto.
— Me deseas. —susurra sobre mis labios, su aliento acaricia mi piel. — Se nota en tu mirada.
— No lo deseo, señor... Temo por mi bienestar...
— Repítelo hasta que te convenzas.
Su mano baja hasta mi abdomen, vuelve a empujarme desde ahí para caer en el auto que no tarda en ponerse en marcha por el mismo.
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Soy Daño Colateral.
Novela JuvenilNo supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello: ...