XXIV.

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Me coloque los tacones y salí de la habitación dejando el revuelo en el lugar, seguía enojada, con él, conmigo y con el mundo

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Me coloque los tacones y salí de la habitación dejando el revuelo en el lugar, seguía enojada, con él, conmigo y con el mundo. No entendía porque me estaba sucediendo está situación a mí, nunca lo diría en voz alta, tampoco lo admitiría delante de alguien, pero el dolor estaba consumiendome internamente.

Tal vez era verdad lo que él había dicho, tal vez sí me había envuelto en un aura de lástima y auto-compasión porque no tenía a nadie que se detuviera a pensar en mí, no había un hermano que me amara lo suficiente como para detenerse a abrazarme, no tenía un padre presente que estuviera para mí en el dolor, ni siquiera una madre que me escuchará llorar por la perdida de mi cabello y del hobby que tanto he amado toda mi vida, no tenía amigos o familia. Era yo, contra mi enfermedad, el tumor, sus complicaciones, la vida diaria y el mundo.

Llegué a la camioneta, Bastian me esperaba recostado en el lado del piloto, abrí la puerta trasera y aborde sin decir palabra alguna, él me siguió dando un portazo. Condujo hasta integrarnos al mismo pueblo del otro día, percibí su mirada desde el retrovisor pero consideraba mejor ver por la ventana que iniciar una discusión. Aparcó frente a un restaurante cinco estrellas del pueblo, llevaba el apellido de alguna familia.

Las luces colgadas en el techo negro del lugar más las paredes de madera hacían un ambiente hogareño pero elegante, atravesamos el vestíbulo, a un lado está la barra de servicios y luego hay mesas colocadas estratégicamente, también hay palcos privados en los balcones con su cortina negra. Bastian no me miraba, tampoco me decía algo, simplemente va con su cara de pocos amigos de siempre, sigo observando el lugar sonriendo con algunas celebraciones que hay en el lugar.

Sus dedos rozan los míos antes de agarrar mi mano y dejarla sobre su brazo, me acerco más a él afianzando mi agarre, sintiendo la tensión. Seguimos avanzando hasta que nos metimos en un palco privado que arriba llevaba una placa que decía el nombre de él. Me abre una silla, tomó asiento y él lo hace después, veo otras tres sillas más.

— ¿Quieres algo de beber? —murmuró a voz seca y con la mirada fija en el menú.

— Agua. —conteste de la misma manera.

Un mesero entra y agarra la orden mientras observó el menú, leo los nombres de las comidas sin reconocer nada que conozco, tampoco tienen un menú explicado. Cierro el libro y lo dejo a un lado.

— ¿No vas a comer? —sus ojos están sobre mí.

— No tengo hambre.

El mesero vuelve a irse y el silencio se vuelve a extender por el palco, repiqueteo los dedos en la mesa observando la vista que ofrece el lugar, aunque no logro concentrarme por la mirada fija que tiene Bastian en mí.

— ¿Vas a seguir así?

— ¿Así cómo? —conecto mis ojos con los suyos.

— Con tu actitud infantil.

Soy Daño Colateral. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora