No supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello:
...
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Dafne.
Cuando salimos de aquella reunión tan tensa y problemática abordamos la camioneta, Bastian va sumido en su teléfono con una llamada de trabajo y yo voy mirando por la ventana, la manera en la que pasan los árboles, los lugares y las personas ajenas a todo lo que sucede a su alrededor.
Pasamos frente a mi antiguo lugar donde ensayaba con las niñas, está en remodelación por las largas telas que cubren el edificio entero, frunzo el ceño porque no sabía que iban a remodelar y eso suelen avisarlo con tiempo. Logro visualizar una N gigante de tono rosado brillante pero luego es cubierta.
Resopló, la camioneta se detiene en un restaurante, bajo de la camioneta una vez que Dariel la abre para mí, me aferró del brazo de Bastian.
— Baby. —murmuro alzando la mirada para verlo.
— Dime, amor.
— ¿Podemos comer otra cosa? —hago una mueca al mirar el lugar elegante. — Una pizza, quizás...
— Bastian. —la voz delicada, ronca y baja de una mujer detrás de mí, me eriza el cuerpo.
Doy la vuelta consiguiendome con una mirada de pocos amigos y unos ojos grises frívolos.
— Dhalia. Ella es Dafne, mi mujer.
La rubia me observa por un micro de segundo con la misma mueca de "odio al mundo".
— Un placer. —extiendo mi mano la cual ella observa antes de volver a mirar mi rostro.
— Siempre es un placer conocerme. —sonríe de lado con superioridad antes de aceptar mi mano.
Luego regresa la mirada hacia Bastian. Instintivamente me escondo detrás de él, la mujer intimida con tan solo su presencia, ni siquiera tiene que decir su nombre porque el de recepción la deja entrar seguida de sus dos hijos que toman asiento en una mesa aparte acompañados de un hombre rubio.
— Ve con Violet, tengo cosas que resolver. —dice Bastian.
— Pero... Ella no ... —la veo entrar unos segundos después tomando asiento en la misma mesa donde están los niños. — Creí que íbamos a almorzar juntos. —curvo las cejas en decepción.
— Lo haremos luego, ninfa.
Deja un pequeño beso muy impropio de él en mi labios antes de irse siguiendo a la rubia, suelto un suspiro y me encaminó hasta dónde está la esteticista que me atendió hace apenas un día.
Cuándo llegó, ambos niños tienen una conversación en un idioma diferente. La niña parece una muñeca de porcelana con hipnotizantes ojos azules, tiene alrededor de seis años, él otra niño debe tener tres o cuatro años y es idéntico a su madre.
Violet habla en el mismo idioma con el hombre rubio, se relame con labios con coquetería y chasquea la lengua de vez en cuando, parecen metidos en su conversación que no notan que estoy parada a un costado ensimismado por la facilidad en la que hablan.