No supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello:
...
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Bastian.
El trago que me extiende Sweet Doll me tienta a beberlo pero solo lo dejo frente a la mesa, estoy en el cuarto privado que tengo con mis sumisas, nadie entra ni sale pero a la unica que solicite fue a la mujer que en algún momento supo satisfacerme, no se qué hago aquí, lo que se es que estoy huyendo de todo.
Joder, la estoy cagando.
Alzo la mirada del vaso fijando mis ojos en Sweet Doll, está en ropa interior arrodillada frente a la cama mirándome sin decir nada, es la única de mis sumisas que tiene ese privilegio. Observó sus senos pero le falta algo, su abdomen, sus piernas y aún así le sigue faltando ese algo.
La hora que marca el Rolex me asegura que me pase de la hora de almuerzo, que no fui a buscarla a la tienda principal de Prada y tampoco voy a hacerlo. Mi teléfono repica con el número de Dariel, el guardia que le encargué pero no respondo. Si no puedo ser capaz de acostarme con una sumisa estoy jodido, agarró el trago y lo bebo de una sola, la mujer rellena el vaso cuántas veces se lo pido.
— Señor. —susurra cerca de mi oreja desde mi espalda, sus manos tocan mi torso por encima de la camisa, sus manos son más grandes que las de ella, y sus uñas son largas con barniz negro, nada como el rosado que lleva Dafne en sus uñas cortas que resalta en sus dedos morados. — Permítame bajarle esa tensión.
Asiento dejando que siga bajando sus manos, tomó la botella y la empinó en mi boca vaciando el liquido que arde al pasar por mi garganta, mis botones se desabrochan y queda mi torso libre para las manos curiosas de mi sumisa.
Las horas pasan y sigo aquí, Sweet Doll está arrodillada entre mis piernas acariciando mi falo semi erecto pero no me provoca nada, no está aquel latido acelerado, ni ese hormigueo en mis dedos, la fragancia de vainilla está revolviendo mi estómago alcoholizado y lo único que podría calmarlo es aquel olor a fresa y frutos rojos.
Es una niña. —me recuerdo mentalmente. — No tiene la potencia que necesitas como hombre y jefe.
Observó a la mujer que a estado desde joven practicando para ser mi sumisa, su lengua recorre mi polla semi-erecta pero no están esos labios medio delgados, al contrario, hay unos labios carnosos y rojos. Suspiro hastiado con la sensación y agarró un puñado de su cabello enterrándome con más profundidad en su boca, toco su campanilla y salgo dejándola respirar antes de volver a hundirme.
La noche llega y salgo insatisfecho con la sumisa que solo quiere ayudar y ser parte de mi vida como antes, pero eso es imposible. Me acomodo la bragueta en el ascensor, me aseguro de que la camisa no se vea arrugada y me quito algunas marcas de labial que me quedaron en el cuello, antes de llegar al penthouse me agrego perfume para disipar el olor de vainilla... Frunzo el ceño cuando veo todo lo que hago ¿Y que me tiene que importar a mi que la cría se de cuenta que folle con otra?
Las puertas se abren y me adentro a mí casa, lo primero que captó es su olor por todo el lugar, también veo un suéter de diseñador más pequeño colgado en dónde van los abrigos de invitados y unos tacones a un lado del ascensor, hay bolsas en el sofá negro y maquillaje sobre la mesa de cristal.