Me restregó uno de los ojos, el frío eriza mi piel, mi cabeza está recostada de algo duro así que abro los ojos encontrándome con la ventana de un auto, tomó asiento aspirando el olor de madera y claveles. Nunca había visto este auto y por la gama definitivamente no son donde nos traslada la señorita Wasler.
Veo el asiento del piloto que está vacío y al mirar por la ventana soy consciente de los gritos que están fuera del auto. La mujer de ojos azules tiene los brazos cruzados y delante de ella está el otro hombre, comparten rasgos muy parecidos como los ojos alargados y el mentón encajado, el tono de piel es igual de pálido y el cabello igual de oscuro, apesar de que tienen el mismo tono de ojos los del hombre son más brillosos, más intensos.
— ¡Es mí bailarina! —la voz de la señorita Wasler es aguda cuando está enojada. — Tu me dejaste encargarme de estas cosas...
No puedo escuchar lo que le responde el hombre porque habla en barítono.
— Nunca estuviste interesado en ninguna de mis chicas ¿Qué cambió?
Él resopla sin responder.
— Bastian... —tenso mis músculos cuando escucho el nombre. — ¿Por qué estás repentinamente interesado en una bailarina sin experiencia sumisa?
— Ya te dije lo que quiero. —zanja hablando un poco más duro.
Las mismas mujeres que irrumpieron en la sala de reuniones se encaminan al auto, me giro y jalo la palanca para abrir la puerta pero esta no sede, no sé dónde tiene el seguro. Pasó saliva cuando la puerta de los asientos traseros se abre pero luego la cierran cuando el hombre habla.
— No se van conmigo.
Se encamina hacia el auto, vuelvo a ponerme en la misma posición en la que me desperté y fijo seguir desmayada, escucho la puerta abrirse y luego cerrarse. La presencia de alguien a mi lado es notorio y el olor de su perfume llega a mi olfato tranquilizando las punzadas de mi cabeza.
El auto se pone en movimiento y el aire acondicionado pega contra mi piel desnuda.
— Deja de fingir, es absurdo. —escucho su voz ronca, abro los ojos sin querer verlo.
— No estaba fingiendo.
— ¿Me estas mintiendo de forma tan descarada?
Lo observó de soslayo cuando percibo su pizca de diversión, sus labios mantienen una sonrisa divertida que no dura tanto.
— No le estoy mintiendo, señor.
— Si, lo estás haciendo. Y eso merece un castigo.
Me enderezó en el asiento.
— No... No señor, lo siento. No era mi...
Suelta una risa baja que direcciona mis ojos hacia sus labios semi gruesos. Se detiene en un semáforo en rojo y fija su mirada pacífica en mi, los nervios florecen en la boca de mi estómago, comienzo a aprisionarme los dedos contra la palma.
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Soy Daño Colateral.
Roman pour AdolescentsNo supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello: ...