Estaba muriendo.
Observe al médico especializado frente a mí, sin mostrar emoción alguna, él me veía con preocupación, aún así mis ojos estaban fijos en las laminas de resonancia que descansaban en una pantalla detras del hombre.
— ¿Voy a morir? —murmure de forma pausada y tranquila.
— Si, señorita Fletcher.
— ¿Cuándo?
— No lo sé, es improbable calcular eso... Su tumor no es constante, por unos meses avanza y por otros se neutraliza.
No conteste, baje la mirada hacia mis manos las cuales jugaban con el anillo que me había regalado una de las niñas a las que le daba clase, el diseño formaba un saturno. Tome una larga respiración.
— ¿Seré dependiente de algún medicamento?
— A los mismos que ya ingiere, todo esta anotado en el recipe. También le di una orden para las citas con el psicólogo... Lo siento mucho, señorita.
Fruncí los labios con una sonrisa tensa, me levante de la silla restregando mis manos sudorosas de la mezclilla del pantalón. El médico me extiende su mano y luego de un apretón pude salir de la abrumadora escena de la consulta. Seguí jugando con la joya mientras iba saliendo del hospital, el pecho se me comprimio con una emoción ahogadora, aún así ilumine mis ojos dejando atrás todo.
Tenía mis horas de trabajo como profesora de Ballet, así que no tenía tiempo para estás cosas ¿Qué más daba? No podía paralizar el mundo por una enfermedad incurable y mucho menos por un tumor no operable, solo quedaba aferrarme a la vida hasta que alguien en el destino decidiera que debia morir.
Y eso sucedería.
Yo iba a morir.
Mi cuerpo me odiaba tanto que estaba falleciendo lentamente.
La luz roja del semaforo ilumina mi rostro, pero no soy capaz de moverme rapidamente como todo el bullicio de personas a mi alrededor, coloco un pie fuera de la acera y avance por el asfalto sintiendo el dolor de cabeza que iba a atormentarme de ahora en adelante. Aprieto las manos clavandome las uñas en la palma, aún así el dolor fue agobiante, desesperante, penetrante, estuvo latente en mi cabeza hasta que mi visión se encontro borrosa.
La luz cambio a verde pero una vez más no pude moverme, llevé mis manos a la cabeza sintiendo como un liquido caliente salía por mi nariz, mis piernas flaquearon doblandose. El aire frío del otoño golpeo mi rostro, también la brisa que dejaban los autos al moverse a mi alrededor. Comenzaron a sonar muchas bocinas, tambien habían gritos, el pito de los polícias, el zumbido en mis oidos dejandome sorda, el dolor seguía inminente en mi cabeza y en medio de esa agonía capte un par de círculos azules, eran parecidos al océano pacífico a media mañana con el sol reluciente pero con un remolino oscuro. Y por un momento permití que dos lagrimas se deslizaran por mis mejillas antes de caer en ese remolino que me absorbio por completo.
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Soy Daño Colateral.
Novela JuvenilNo supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello: ...