XVI

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Bastian detuvo el auto en un motel a media carretera, abrió la puerta y me coloco su chaqueta que me quedaba enorme

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Bastian detuvo el auto en un motel a media carretera, abrió la puerta y me coloco su chaqueta que me quedaba enorme. No entiendo porque vestirme ahora, sí estaba claro que no le importó sacarme caminando como perro del edificio en dónde estábamos, igual no me queje, la chaqueta era caliente y contrarrestaba al frío del creciente invierno.

Su mano quedó en mi espalda baja y avanzamos adentrándonos en la estructura, apesar de ser un motel que estaba en medio de la nada, tenía cinco estrellas en su logotipo. La calefacción recibió a mi cuerpo apenas entramos, me escondo detrás de Bastian cuando la chica de la recepción se me quedó mirando, debo dar asco a comparación de las mujeres que salen y entran del lugar.

Entramos al ascensor una vez que entregan la llave, nadie más aborda cuando las puertas se cierran, su mano sigue aferrándose a mi cadera haciendo que mi cuerpo sea muy conciente de ese toque. Alzo la mirada y observó su rostro endurecido, observó la barba creciente y las cejas gruesas, también las facciones inglesas como la nariz recta pero respingada en la punta, la mandíbula marcada y los ojos felinos con largas pestañas. Sus ojos se movieron hasta mirarme, solté un suspiro pero no aparte la mirada, sus iris se movieron por todo mis rostro hasta mi cuello y luego de regreso.

— Dafne. —susurró como siempre que decía mi nombre en privado, como si se deleitará con las letras.

— Dígame. —conteste nerviosa.

Su mano tiro más de mi cuerpo acercándome a él cuando se giró, detuve mis manos en su camisa blanca sobre su pecho, su otra mano apretó mi cintura creando una tensión en el aire.

— ¿Por qué me miras así?

— ¿Cómo?

La garganta se me seco cuando se inclinó hacia mi, alce más el rostro dejando que sus labios se acercarán a los míos.

— Con esa mirada curiosa. ¿Te causo curiosidad?

— Demasiada. —admití en un murmullo ahogado.

Una pequeña y diminuta sonrisa creció en una de las comisuras de sus labios, sus ojos azules soltaron destello diferente, este no estaba cargado de odio como me miró hace unos días.

El sonido de las puertas abriéndose nos obligaron a separarnos, miré mis pies en lo que volvíamos a avanzar hasta llegar a la habitación, fui directamente al baño una vez que él me dejó ir. Cerré la puerta con el corazón desbocado y el estómago revoloteando, eso no podía ser bueno, para nada, estaba en un motel en medio de la nada con el hombre que se tomó la tarea de exterminar a mi familia.

Observé mi reflejo en el espejo, las pequeñas venas bajo mis ojos estaban pronunciadas, estaba demacrada y ojerosa, el cabello lo llevaba hecho un desastre y estaba sucia. Abrí la ducha y me metí debajo luego de ponerle el pestillo a la puerta, el agua fría me hizo temblar hasta que me acostumbré a la temperatura, con los trozos de cabello saliendo de mi cabeza intenté peinarme lo más que pude hasta que lo deje. Me restregue con el jabón, un chillido se escapo de mis labios cuando los cortes de las rodillas me dieron un tirón.

Soy Daño Colateral. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora