XXVII.

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La habitación huele a coco vainilla, el mismo perfume de Victoria Secret que usan las sumisas de Bastian, el olor sale de la ropa que ha dejado sobre mi lado de la cama antes de meterse a la ducha, el dolor de cabeza empeora

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La habitación huele a coco vainilla, el mismo perfume de Victoria Secret que usan las sumisas de Bastian, el olor sale de la ropa que ha dejado sobre mi lado de la cama antes de meterse a la ducha, el dolor de cabeza empeora. Vuelvo adentro tomándome dos pastillas para el dolor, y observó la ropa con los labios fruncidos, me acerco hasta ahí percatandome que Bastian no esté mirándome ya que deja la puerta abierta, agarró los pantalones infestados de aquel olor y comienzo a sacar lo que hay en los bolsillos, consigo dos bolsitas de condones vacías fuera de la cartera.

Dejo las pertenencias sobre la cama y la ropa la tiro por la ventana asegurándome que caigan en los cestos de basura que están afuera. Me acuesto en su lado de la cama sintiendo su aroma de madera, aspiro que con fuerza pero ese asqueroso olor sigue en mi habitación y me molesta, él sale un tiempo después con la toalla enrollada en la cintura.

— ¿Qué haces en mi lado de la cama, nena? —no respondo. — Dafne no podemos seguir así.

— Tienes a tres mujeres más que se mueren hablar contigo en el piso tres, déjame en paz.

Me giró dándole la espalda pero decido clavar la cara en la almohada para intentar no percibir ese olor, siento que aunque se haya duchado todavía lo trae encima.

— ¿Qué? ¿De qué hablas?

Giró la mirada lentamente clavando mis ojos en los suyos, me levanto hasta quedar de rodillas en la cama y me cruzo de brazos.

— ¿Eres de esos? —repito sus mismas palabras. — Porque creo que tú no tienes un maldito tumor en la cabeza que hace que se te olvide todo.

— Dafne... Esas palabras...

— ¡¿Qué vas hacer?! —me alteró. — Te cogiste a tus putas sumisas mientras me tienes a mi dos pisos más arriba esperándote.

— ¡Dafne calmate! —gruñe. — Tu no me hablas ¿Qué querías que hiciera?

— ¡No irte a coger con tus putas! Que al regresar de lo que sea que haces te sentarás a hablar conmigo... —cierro las manos en puños. — ¡Que no me deseches como un maldito pañuelo!

Su espalda se tensa y se cuadra, tal como lo hace cuando está por dar una orden y quiere ser dominante, me intimida cuando hace eso porque quiero obedecer pero no lo hago.

— ¡Eres tú la que me ha quitado el habla desde ayer! Me tenías malditamente preocupado, creí que habías muerto y tú me tratas como si temieras de mi.

— ¡Porque le dijiste esas cosas horrendas a Wasler! Porque todo esto parece un maldito plan que en cualquier momento me va a joder a mí... —me bajo de la cama y me detengo frente a él, tengo que alzar la mirada para poder verlo. — No sabes hablar, Bastian...

— Lo de nosotros es imposible y lo sabes. —gruñe inclinándose hacia mi, creando esa tensión que nos sigue desde el día de las escaleras.

— Entonces aléjate de mí. Sigue con tus putas y dejame morir en paz, o matame y así cumples tus malditas palabras... —algo en su expresión cambia, como si dije las palabras indicadas para remover su dolor. — Después de todo, es lo que quieres. Deshazte de la niña que te coges en este puto motel a escondidas y sigue con su vida como si nada...

Soy Daño Colateral. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora