Sweet Doll es la última que se queda en la habitación de ensayos conmigo, la ayudo a arreglar un par de cosas hasta que nos encaminamos nuevamente por el pasillo blanquecino.
— No quiero bailar. —admito. — Mucho menos delante de hombres morbosos.
Agacha la mirada y seguimos avanzando hasta que se detiene frente a una puerta de color vino.
— Está será tu habitación. —asiento.
Al abrir la puerta no hay nada más que una cama y un pequeño closet aéreo, las paredes son blancas, no hay ventanas, ni ventilador, mucho menos aire acondicionado.
— Las sábanas están bajo la cama. —vuelvo a asentir. — Dafne.
— Dime.
Sigo observando la habitación sin voltear a verla aún así, se que sus ojos siguen fijos en mi cuerpo.
— Tienes que estar en el salón a las seis, despierta a las cinco.
— Pero... Son las cuatro. —murmuro observando un reloj de pared.
— Reserva tus comentarios en los pasillos... No estás con muchas a tu favor.
Giro la mirada pero no logro ver más allá del pasillo por el que se va cerrando la puerta, suelto un suspiro antes de sentarme en el colchón rígido, por la rendija de la puerta comienza a entrar una especie de humo blanco que no tarda en esparcirse por la habitación.
Al respirar todo se siente pesado, hasta que mi cabeza da vueltas, pierdo fuerzas en el cuerpo y todo a mi alrededor se vuelve oscuro.
— Está muriendo.
La voz que se penetra por mis oídos me obliga a despegar mi cuerpo sudoroso de la cama, paso saliva observando mi alrededor. Sigo encerrada en el cuarto y las agujas del reloj marcan las cuatro y media... Dormí solo media hora.
El humo extraño fue reemplazado por un aire frío, como si alguien tuviera un ventilador pegado a la rendija. Me abrazo las piernas volviendome un ovillo en la cama, las punzadas en mi cabeza vuelven como el pan de cada día, entrecierro los ojos cuando se vuelve insoportable.
¿Tanto me odiaba la vida? ¿Tanto mal había hecho que merecía pasar los últimos momentos de mi vida secuestrada? Me preocupe por mi hermano, debe estar buscándome por toda la ciudad. También pensé en mi salud, a cómo estaba no podía darme el lujo de perder la dieta que me había mandando el doctor, mucho menos dejar de tomar los medicamentos que intentan detener el avance del tumor tanto como los del dolor.
Observe las puntas de mis dedos, el tono morado de las puntas había avanzado un poco más, eran secuelas del tratamiento que me habían recetado pero por alguna extraña razón nunca se desaparecieron, al contrario de eso, siguió avanzando colorando mis dedos.
Un click retumbó en la habitación, me gire observando la puerta entreabierta, los murmullos de "Buenos días" llenaron los pasillos así que me levanté y salí de la habitación. Había una larga fila en el pasillo donde tuve que formarme de última, nadie me hablaba y solo volteaban a mirarme de soslayo.
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Soy Daño Colateral.
Teen FictionNo supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello: ...