Los ojos azules que parecían un océano ahora parecen un maremoto, las pupilas las tiene dilatadas y su expresión es neutra pero tensa. La garganta se me cierra y el corazón se me acelera.
— ¿Quién te envío?
No respondo, no puedo hacerlo, nada de lo que diga él lo va a tomar como la verdad y hasta ahora no sé qué hizo mi familia para tener la rabia de este hombre tan encendida.
— Dafne Fletcher. —repite mi nombre. — Eres astuta, pero muy tonta.
Los ojos se me cristalizan cuando el toma el arma y se levanta del escritorio, avanza hasta dónde estoy y entierra su mano agarrando un puñado de mi cabello, aún así el dolor de cabeza no llega pero si su aroma.
— ¿Qué buscas?
— Nada, señor. —susurro. — Estoy aquí por una equivocación... Pregúntele a las personas que fueron al banco, yo solo entre y ellos me agarraron.
Sus ojos observan mi rostro con esa expresión que cree que estoy mintiendo.
— No tengo razones para mentir. —aseguro. — Solo quiero irme de aquí.
— Malas noticias, de aquí no sales viva.
Camina arrastrándome por el lugar, es alto y fuerte, puede enderezarme con tan solo mover su brazo pero no lo hace. Gritó con fuerza cuando el dolor avasalla mi cabeza torturandome de una peor manera, su brazo se mueve lanzando mi cuerpo contra una de las paredes.
— ¡Busquen a la maldita de Wasler! —ordena a gritos a los hombres que están en el apartamento. — Y a los que fueron al robo del banco.
Me ayudó de mis brazos para poder sentarme, lo observó desde dónde estoy, la espalda la tiene tensa. Se gira fijando sus ojos azules en mi, pero esta vez no me observa igual a cuando estaba bailando, tiene una mirada cargada de odio, mira despectivamente mi cuerpo.
Y entonces noto lo peligroso que es soñar con la mirada de alguien poderoso, porque Bastian era poderoso, pero era peligroso antes de ser cualquier otra cosa.
— ¿Dónde tienes escondido a tu padre? —gruñe.
— No tengo escondido a nadie. —refuto con el mentón tembloroso.
— Deja de mentir, que si no te saco la verdad por las buenas lo hago por las malas.
— Haga lo que quiera, pero no va a conseguir a mi padre dentro de esta ciudad. Ni siquiera sé dónde está, si está vivo o necesita algo. —la voz se me quiebra.
Se endereza en su altura y me ignora cuando el ascensor se abre, apenas lo hace suelta el tiro que me sobre salta y asesina a uno de los hombres que fue al blanco, específicamente al que tiene gemelo. Las personas avanzan, la señorita Wasler me mira de reojo y aprieta la mandíbula.
— Hay uno de ustedes que está jugando para los Fletcher y lo voy a conseguir. —amenaza desde que ellos se detienen.
— Bastian, nadie está jugando al otro lado. —habla la señorita Wasler. — La mocosa llegó sin avisar, no dijo apellido solo el nombre ¿Cómo íbamos a darnos cuenta?
— Y no se te ocurrió por la maldita cabeza investigarla. —él se acerca a ella y luego mira a los demás. — Metieron a una asquerosa rata a mi casa.
— S-señor... No sabíamos... —la de cabello morado palidece. — Solo la tomamos para poder salir más rápido del...
No termina de hablar porque en menos de nada ya tenía un tiro entre las cejas, las lágrimas bajan por mis mejillas en lo que aparto la mirada de los dos cuerpos sin vida que yacen en la sala principal, el olor a sangre navega los rincones. Él sigue gritando a diestras y siniestras, también le dispara al hombre musculoso, la señorita Wasler no alza la mirada y en menos de nada llegan las sumisas.
Sweet mira la sala con detenimiento hasta posarse en mi, intenta acercarse pero el otro tiro que retumba la detiene.
— Te dije que no quería a esta perra aquí. —habla con la señorita Wasler.
— Es tu sumisa principal y hasta hoy no has tenido quejas de ella.
— Y hoy las tengo, no quiero a esta perra en mi casa. —su voz sale amenazante y lenta.
La mujer de ojos azules asiente y agarra a Sweet Doll quien llora intentando que no se la lleven, la montan en el ascensor dejando tan solo a las otras dos chicas. Bastian regresa su atención a mi, volviendo a arrastrarme por el lugar, las escaleras que sube se clavan en mi espalda hasta que me endereza a mitad del pasillo.
Su mano va directamente a mi cuello, las lágrimas se me deslizan por las mejillas, el mareo cubre mi cabeza torturandome por la falta de aire. Despega mi cuerpo de la pared para volver a azotarlo, apretó los ojos negandome a verlo, pero su respiración de un momento a otro queda cerca de mis labios.
— Mírame. —gruñe bajo, abro los ojos observando sus iris azules con el alrededor en gris. — Mira los ojos del monstruo que te va a torturar hasta que seas nada.
No le respondo, no encuentro que decirle para que se convenza. Para mí no se ve como un monstruo y eso es lo que más estruja dentro de mi corazón, no lo recuerdo con tanta claridad pero parece que cada fibra de mi cuerpo lo recuerda de alguna manera u otra.
— Eres el significado de las cosas bonitas son podridas. —sus labios rozan los míos cuando habla.
Sus ojos bajan hasta allí, donde casi se unen ambos labios y es inevitable no separarlos con una esperanza nula que prefiero reemplazar por una pregunta.
— ¿Por qué me odias? —susurre bajo, con la voz ahogada y las lágrimas humedeciendo mis mejillas. — ¿Qué te hice como para que me odies con tanta fuerza?
Sus ojos suben a mis ojos y luego bajan de nuevo, se acerca más, apegando su cuerpo encendido en rabia y calor.
— Nunca fuiste tú. —susurra tan bajo que no entiendo lo que dice, niega con la cabeza rozando su labio superior por un debil momento. — No eres tú. Es tu asqueroso padre. Y como aquí pagamos con la moneda de cambio, le voy a devolver el golpe con más fuerza.
— ¿Soy el ojo por ojo? —no contesta. — Soy inocente de todo lo que ha hecho él.
— Ningún Fletcher es inocente.
Abre la puerta que está al lado de mi cabeza y me lanza con fuerza estrellándome contra la parte de madera de la cama, gritó del dolor mientras caigo de rodillas. La última mirada que me da me ahoga en agonía y desesperación.
No puedo hacer nada para salir de esta situación, él odia a mi familia y yo no sé que hicieron.
— Evite emociones fuertes, señorita Fletcher, porque eso aumentará la velocidad en la que avanza el tumor. Le recomiendo ser esclava de las pastillas, eso le ayudará.
Siento la pesadez en mi cabeza, me voy deslizando por la madera hasta que en un golpe seco caigo al suelo, las punzadas comienzan, el líquido caliente vuelve a derramarse no solo por mi nariz, si no que también por mis ojos, pienso que son lágrimas, el corazón me late con desesperación agitando mi pecho. Intento no ceder, pero el líquido hace que mis ojos ardan obligándome a cerrarlos.
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Soy Daño Colateral.
Teen FictionNo supe que decir para iniciar la historia. No sabía que decirle a él para que nunca terminara y pudiéramos vivir felices por siempre. No sabía cómo gritar aquellos sentimientos que tenía ahogados en el pecho. Pero si sabía cómo comenzaba aquello: ...