XXXV.

14 1 1
                                    

Pestañee varias veces seguidas, mis uñas se clavaron en mis palmas asegurándome que no era un sueño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pestañee varias veces seguidas, mis uñas se clavaron en mis palmas asegurándome que no era un sueño. ¿Había dicho aquella oración el hombre que no estaba cómodo con que le dijera que me gustaba?

El corazón se me acelero, volviendo pesadas las respiraciones pausadas, me veía con cautela, analizando la situación y como iba a salir de eso.

— ¿Qué? —logre susurrar.

No había caído en cuenta que la camioneta se había detenido, abre su lado de la puerta y lo sigo bajando detrás de él. Una de sus manos cubre mis ojos, me aferró a su brazo cuando no puedo ver nada.

— Bastian...

— Calla, mujer.

Su cuerpo estaba tenso bajo mi tacto, los dedos que estaban en mi cadera apretaban mi piel con nerviosismo. Bajo mis tacones sentí el suelo húmedo y blando, por lo que supuse que estábamos en una especie de césped, seguimos avanzando en silencio por unos minutos más hasta que su brazo me impulso para montarme en un terreno más sólido, luego mis tacones retumbaron en lo que parecía ser una madera.

— ¿A dónde vamos? —me atrevo a preguntar. — Voy a caerme...

Su mano se quita de mis ojos, cuando voy a abrirlos su chaqueta cae en mi cabeza negandome la vista. Una de sus manos pasa por debajo de mis rodillas antes de alzarme, suelto un chillido y rodeo su cuello con uno de mis brazos.

— Problema resuelto, ahora cállate que estoy que me pego un tiro.

Su aroma de madera acaricia mi olfato funcionando como anestesia natural, me relajo en sus brazos y recuesto mi cabeza de su hombro. El aire fresco choca contra mis piernas erizando mi piel.

— Quédate ahí, Dafne, no te muevas o te vas a caer.

Deslizó mis manos por el lugar en el que me dejó sentada, es liso y los tubos donde tengo recostada la espalda están fríos, por el largo supongo que es una especie de miradero o tal vez un yate. Mi cuerpo da una fuerte sacudida antes de que el vehículo comience a tomar movimiento, la brisa fría y el sonido del agua llenan mis oídos.

— ¿Puedo quitarme la chaqueta?

La afirmación de Bastian llega unos minutos después, me quito su chaqueta de la cabeza y observó mi alrededor. Estamos en un yate, no reconozco lo que está a mi alrededor así que supongo que estamos fuera de la ciudad. Me levanto caminando con cautela hasta estar a su lado.

— Baby. —llamo su atención.

Sus manos me direccionan hasta quedar delante de él, recuesto mi cuerpo del suyo y nos quedamos allí en silencio. Las horas pasan, Bastian trae la pizza que le pedí y nos sentamos en medio del vehículo. A lo lejos se puede ver que el sol está bajando, tanteo la caja hasta abrirla sin siquiera mirar, estoy demasiado absorta en el paisaje.

El yate se detiene en algún momento, pareciera que estamos cada vez más cerca del atardecer aunque es nada probable. Giró la mirada cuando el olor de la pizza golpea mi nariz, sin embargo, lo que capta mi atención es el cofre que está en medio de la pizza, es rosado...

Bastian lo agarra, parpadeo con los labios entreabiertos, el sol comienza a oscurecer y el atardecer toma poder delante de nosotros, y como si fuera un momento perfecto una lluvia de estrellas fugaces rodean todo el lugar. Observó el cielo por un momento antes de mirar a Bastian quién tiene abierto el cofre, dentro yace un anillo de oro con diamantes rosados...

— Dafne... —los ojos se me van cristalizando rápidamente. — Amor...

— Ay por Dios, Bastian. —me cubro el rostro con ambas manos cuando las lágrimas comienzan a deslizarse por mis mejillas.

Él no dice nada, pero puedo sentir su mirada divertida sobre mi rostro.

— Nena, quiero disfrutar del tiempo que tengamos juntos... —las palabras solo empeoran mi estado. — Dafne, joder, mírame.

— Es que no puedo verte... —voy alzando la mirada poco a poco, de seguro debía tener el maquillaje corrido.

— Te quiero, ninfa, y quiero un futuro contigo.

— ¿Aunque el futuro no esté a nuestro favor?

Solto un suspiro y asintió.

— Si amor, aunque el futuro no esté a nuestro favor.

No le doy tiempo de procesarlo cuando me lanzó hacia sus brazos, rodeo su cuello con mis brazos y en poco tiempo los suyos rodean mi cintura apretujandome contra sí mismo, disfruto el calor que me brinda, imagino nuestros corazones juntos latiendo a ritmos diferentes... Pero latiendo juntos...

Las lágrimas resbalan por mis mejillas al pensar en que no voy a poder vivir lo suficiente para estar cerca de él toda una vida, que tal vez no tendremos hijos y mucho menos nietos. Sigo aferrandome a su cuerpo en lo que el mío solloza y se sacude.

— Si, Bastian. Quiero pasar una vida contigo. —hablo con voz ahogada por culpa de las lágrimas.

— Joder, ninfa. Me has devuelto a la vida.

Sorbo por la nariz en lo que suelto una risa bajita, me despegó de él quedando sentada a horcajadas, pasó el anillo por mi dedo y me detengo a apreciarlo, fijándome en que parece una corona de laureles, el color es rosado claro pero tiene diamantes entre las espigas.

— Baby... Es hermoso. —susurro.

— Y único en su especie. —parece orgulloso de lo que dice, lo observó entre las pestañas antes de volver a mirar la joya. — Lo mandé a hacer, solo para tí.

Sonrío con coquetería. — Gracias, mi baby.

Resopla con el apodo pero deja que una nuestros labios en un beso lleno de sentimientos, sus manos bajan inmediatamente hacia mis glúteos apretandolos con fuerza haciendo que me restregue sobre él.

—  Lo mejor para la señora Edevane.

Pasó mis dedos por su cabello cuando se vuelve a separar de mi boca, está un poco largo a los lados. Sus ojos azules brillan como las estrellas fugaces que no han dejado de pasar en el cielo.

— Pareciera que planeaste el escenario. —murmuro.

— ¿Qué te puedo decir? Soy el puto amo hasta del cielo, preciosa.

Soy libre de carcajearme con la oración ególatra.

— Y de mi corazón, señor Edevane.

— ¿Siempre? —se asegura volviendo su expresión seria y cautelosa.

— Siempre.

— ¿Sin importar lo que veas de ahora en adelante?

Frunzo el ceño, mis ojos rastrean todo los rincones de su rostro. Lo está preguntando de manera seria, como si la respuesta fuese crucial en esto.

— Si, baby, sin importar lo que vea.

Sus hombros se relajan bajo mi tacto, aunque en ese momento no sabía que podía significar algo tan impactante, antisocial, psicópata y asqueroso.

Sus hombros se relajan bajo mi tacto, aunque en ese momento no sabía que podía significar algo tan impactante, antisocial, psicópata y asqueroso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Soy Daño Colateral. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora