XVII.

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Dafne

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Dafne.

Me remuevo en la cama una vez más intentando buscar una posicion cómoda para mi cabeza, intentando no ponerle tanta presión, me acomodo con gusto sobre un lugar cómodo y cálido, sin embargo, el olor a madera que emana del cuerpo hace que abra los ojos de par en par.

Bastian yace a un lado de la cama con mi cabeza sobre su brazo extendido, el otro cubre sus ojos, su respiración es pausada y relajada, noto que una de sus piernas está por debajo de la mía. El aire toca mi piel, bajo la mirada viendo que estoy desnuda.

Oh, Dios mío.

Se gira bajando su brazo de sus ojos, aún así sigue dormido profundamente, su nariz queda chocando contra la punta de la mía, sus suspiros rozan mis labios con fuerza tal como un depredador. Pasó saliva escrudiñando su rostro, observó sus largas pestañas que descansan en sus pómulos, también sus labios y el arco de Cupido que está marcado, observó las pequeñas canas en su barba creciente, el olor de claveles adormece las punzadas y el hormigueo que tenía en mi cabeza dejándome respirar con tranquilidad.

Su torso está desnudo a milímetros de mis senos, suelto un suspiro recriminandome por tener el corazón acelerado, clavo las manos en la cama intentando levantarme pero su brazo se enrosca en mi cintura atrayendome hacia sí mismo, mis pezones erectos quedan contra sus pectorales. Ahogo un sonido de sorpresa, las puntas de mis dedos acarician su suave y caliente piel.

Es muy hermoso... Y caliente.

Pasó saliva nuevamente intentado ocultar los aleteos de mi corazón, suelta un suspiro y estira sus piernas, cierro los ojos fingiendo que sigo dormida hasta que deja de moverse. Por debajo de mi oído puedo escuchar su corazón latir, pausadamente, con tranquilidad, me quedo ahí escuchando el tum tum que por inconsciencia también me tranquiliza.

Veo los dedos que están en mi cintura moverse, me pongo liviana y finjo estar dormida cuando él me gira dejándome sobre la cama, se levanta y luego escucho como cierra la puerta. Frunzo los labios mientras me escondo debajo de las sábanas para ocultar mi falta de ropa, la cara se me colora al pensar en que quizás él ya me ha visto... Ay no, Dafne.

La puerta vuelve a abrirse, escucho como se mueve por la habitación hasta que tira de la sabana dejándome al descubierto otra vez, me levanto rápidamente con los ojos abiertos de par en par y palidezco.

— Eres mala mentirosa. Mueve el culo.

Sabía que me estaba hablando, que me había dado una orden, pero mi atención y mis ojos solo podían estar en su bragueta abierta y la liga de su boxer donde se marcaba una erección. Me costó respirar, cerré las manos en puños apretando las sabanas.

— ¿Qué miras? —gruñio aunque no sonaba molesto, alce la mirada hasta sus ojos que me veían con un brillo extraño.

Clavo sus manos en el colchón hasta que consiguió mis pies y tiro de ellos arrastrándome por las sábanas, calentando mi espalda en el proceso. La respiración se me agito y el corazón se alboroto mientras veía lo que hacía, separó mis piernas, doblandolas para poder encajarse en el medio, las mejillas se me calentaron al ver la mirada que me dio desde abajo.

— Dafne... —susurró bajándose más y clavando su cadera en mi zona desnuda. — Estás jugando con fuego. —me advirtió.

Quise decirle que era él quien estaba sobre mí pero no pude hacerlo. Su rostro se inclino hasta que las puntas de nuestras narices se rozaron.

— Admite que me deseas. —murmuró con sus dedos aprisionando uno de mis pezones.

— ¿Para qué? ¿Para qué pueda lastimarme con más satisfacción y burlarse de mi? —conteste con la voz temblorosa.

— ¿Quién se burlaría de tí, preciosa?

La garganta se me seco con la última palabra que sus labios sensuales soltaron.

— Usted no a dejado de hacerlo.

— No me he burlado de tí, créeme que si comenzará hacerlo no me aguantarías.

Sonaba divertido y relajado, sus brazo seguían sosteniendo su peso sin dejar que cayera sobre mi. Mis ojos picaron por querer sacarlo de mi cuerpo, pero mi corazón desbocado y el reducir de mi dolor de cabeza con su aroma me gritaban que lo acercara más, que lo dejara romper la coraza en la que me había encajado desde aquel intento fallido con un amigo de mi hermano.

— Hace unas horas quería asesinarme... ¿Y ahora quiere que admita eso? No lo entiendo, señor Bastian.

Me atreví a decir su nombre, aunque termine encongiendome debajo de él cuando sus ojos se tornaron más oscuros,un brillo lascivo cubrió esos orbes pacífico dejando un mar curioso delante de mí.

— Repítelo. —susurró acariciando mis labios con los suyos. — Repite mi nombre.

— Bastian. —susurre con voz ahogada por culpa de mi corazón desbocado.

Sus labios se abrieron en una sonrisa destellante, sus dientes derechos y perfectos quedaron a mi vista al igual que los ojos achinados y pequeños. Lucia tan relajado, tan joven...

— Debería sonreír más seguido... —murmure sin pensarlo. — Se ve más...

Me calle antes de decir una estupidez.

— ¿Me veo más qué?

No conteste, se bajó más hasta que su respiración rozo mi oreja mandando un escalofrío por todo mi cuerpo que elevó mis pezones una vez más.

— Seguiré sonriendo mientras estemos aquí.

No era una promesa pero sonó como una. Se despegó de mi cuerpo volviendo a su expresión neutra de siempre y salió de la habitación no sin antes acomodarse la erección frente a mi rostro acalorado. Me levanté de la cama encerrándome en el baño con desesperación.

Dure varios minutos encerrada, me envolví en una toalla, saqué un cepillo de dientes desechable de la cómoda y lave mi boca antes de tomar una profunda respiración y salir. La cama ya estaba tendida y el olor a comida se extendía por la habitación, avance saliendo de la habitación hasta llegar al balcón, la vista no era más que montañas y un espeso bosque pero aún así el anochecer se veía precioso.

Bastian estaba de pie a un par de pasos de la mesa, tenía el teléfono en la oreja así que me convencí que quizás podía agarra un poco de comida y encerrarme en el baño. El ruido de la habitación de al lado llamo mi atención, los gemidos fueron lo primero que capte sonrojandome.

— Te llamo luego. —murmuraron a mi espalda.

Me giré quedando cara a cara con Bastian.

— Alguien se divierte. —susurra solo para que yo lo escuché.

— Creo.

— Deberíamos hacerle competencia.

Separe los labios con sorpresa, sus dedos tiraron de mi toalla dejando mi desnudes nuevamente a la vista, fui consciente del temblor de mi cuerpo con su cercanía. Sus manos tomaron las mías y observaron mis dedos fijamente, aparte mis manos y retrocedí alejándome de él.

— Dafne, de mí no vas a escapar.

Era una advertencia, una que no ponía en duda mi bienestar pero si mi sexualidad.

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